Era viernes y me despete en medio de la noche. Sudado por una pesadilla que interrumpio mi sueño. El despertador en mi mesa de luz marcaba las 23. Me había quedado dormido luego un dia pesado de trabajo. En apenas una hora el viernes pasaria a sabado y necesitaba salir un poco de mi casa. Hacia 7 meses que vivia solo, y tanta soledad me agobiaba. La ciudad era nueva para mi al igual que su gente. Muy grande y llena de lugares oscuros comparados con el pueblo del que había llegado.
Antes de darme una ducha y quitar de mi cuerpo la humedad sudorosa encendi la computadora. Sali con una toalla en la cintura y el pelo que aun goteaba. Una ventana titilante naranja me avisaba que "Juan23" me estaba hablando. No lo conocia en persona pero su sola imagen me enloquecia. La noche recien podia comenzar, yo estaba solo en una ciudad inmensa y tenia delante de mi la posibilidad de salir con un chico hermoso. El mundo era mio. Solo restaba elegir el lugar, porque las ganas de conocernos ya estaban escritas.
El corazón de una plaza fue su propuesta, desde fijariamos rumbo. 12.30 del sabado y alli estaba impecable con una camisa blanca como dibujada en su cuerpo tallado a mano y unos jens que detras marcaban una cola perfecta que sin tocarla daba cuenta de ser dura. Camine hasta su encuentro y mi sangre se aceleraba con cada paso en mis venas. Juan? Andres?... un beso casi tierno en la mejilla, y sin rumbo nos dejamos llevar.
No dejaba de habla. Berborragico. Yo paciente escuchaba atento cada palabra suya auque por momentos me perdia. Sus palabras salian una detras sin ninguna pausa, como si ni siqueira respiraba. La ciudad cambiaba, sus luces eran diferentes. Doblamos en una calle que yo desconocia. Desde la plaza ya desconocia la zona. No tenia importancia, me sentía seguro al lado de Juan. La calle se volvi cada vez más oscura. Quise detenerme y tratar de besarlo. Se resistió. Me sentí feo, y entonces pensé porque caminaba conmigo todavía. La respuesta llego enseguida. Frenamos al lado de un auto, creo que era bordo. Mucho no recuerdo. Sentí un golpe sobre mi cabeza y el pavimento que chocaba contra mi cara. Cuatro o cinco manos tocaban mi cuerpo que estaba tendido sobre la calle. Piernas, muchas. Uno me quito la campera. El auto bordo arranco.
De repente nadie sobre la calle. Un horrible gusto a sangre en mi boca. Quise pedir ayuda pero no me anime. Quede un rato tendido. Despacio me sente en el cordon de la calle y llore más de media hora.
viernes, 5 de noviembre de 2010
jueves, 14 de octubre de 2010
El amigo
Tal vez si hubiese seguido las reglas al pie de la letra mi destino hubiese sido otro. O si hubiese escuchado esas veces que una y mil veces me dijeron que, tener sexo a los 15 años no es recomendable. Aunque yo siempre creí que los adultos que te daban este tipo de consejos solo era porque ellos se perdieron varios años de placer en su vida, y bien resentidos pretendían que nosotros también lo hiciéramos. De todas formas no medí riesgo alguno hasta ese mediodía en el que perdí la vida.
El jueves a la noche mientras terminaba algunos deberes de matemática que debía entregar al otro día en el colegio, conocí a Ezequiel en una sala de chat. No es que entre seguido a chatear, pero cada tanto a la noche lo hacía para ver si conocía a alguien que valiese la pena. Con Ezequiel tuve suerte, pase más de cuatro horas hablando con él. Tenia veintiún años (siempre me gustaron un poco más grandes), trabajaba con el padre en una maderera en Temperley. Después de que me pasara algunas fotos, de las que me enamore en seguida, me invitó a que al otro día luego que yo saliera del colegio fuese a su casa. Sus padres no estaban. A mí un poco de miedo me daba, además tenia que tomar un tren (yo vivía en Palermo) y mucha idea no tenía. Pero bueno las imagenes de Ezequiel en pantalla eran motivo más que suficiente para arriesgarse un poco. Sobre todo una de ellas en la que estaba parado en el borde de una pileta a punto de meterse. El abdomen casi perfecto como me gustan a mi, no exesivamente trabajado pero si un poco. Las dos lineas que bajaban a la zona pubica exitaban. Su cuerpo era armonico al igual que su rostro. Una nariz pequeña, acompañada de una sonrisa picara y el pelo casi rubio enmarañado. Dado ese panorama no pude negarme a aceptar su invitación.
Sali del colegio, ya le habia advertido a mi madre que pasaría la tarde en lo de Lucas, y convine los subtes de forma tal que terminase en Constitución. Nunca habia estado allí. Mi uniforme del colegio lo delataba. A pesar de mi estado nervioso continuo. Pense que mi recompenza esa tarde valdria el esfuerzo. El viaje en tren duraria aproximadamente treinta minutos. Durante el recorrido nunca dejaron de pasar vendedores de toda clase de cosas, panchos, relojes, musica. No compre nada. Cuando bajase en la estación tenia que caminar una cuadra y en medio de la plaza Ezequil me estaria esperando. Lo iba a reconocer por una gorra blanca nike que llevaria puesta. De todas formas eso era innecesario, si imagen nunca iba a desprenderse de mi retina. Llegue a la plaza y habia muy poca gente. Ezequiel no estaba. Le mande un mensaje. A los pocos segundo mi celula sonó, era él. Mi respiracion se entrecortaba, estaba más nervioso que nunca. Ezequil me explicaba que se le habia echo tarde, que estaba cerrando el negocio proque el padre no estaba y que me iba a pasar a buscar un aigo suyo y me llevaria hasta alla, que no me preocupara por nada. Corte. La situacion me puso mucho más nervioso. No sabia si volver a la estacion y tomarme el tren de regreso o esperar a su amigo. Ahora si no estaba seguro, pero tal lejos habia llegado que un poco más no me haria daño alguno. Pasaron cinco minutos y de un Ranault 12 azul bajó un hombre que caminó hasta dodne me encontraba yo. Se presentó y dijo ser Victor, un amigo de Ezequil de la maderera. Él me llevaría hasta la casa de Eze. Victor era gordo, rondaria los cuarenta años y su apecto a simple vista era desagradable. Pero pense que si solo me serviria de remis, no habría nada de malo. Asique subo al auto. Apenas cerro la puerta y puso en marcha el vehiculo, acaricio mi pierna y dijo que yo me veía muy bien. Arranco y manejo por más de treinta cuadras. Me empece a preocupar. Victor no dejaba de hablar de cosas sexuales. Era gay. En le momento que quiso saber en como yo se la chuparía a Ezequil, me asuste de verdad. Casi al borde de la desesperacion le pedi que me bajara con lagrimas en los ojos. Victor insistió en que solo faltaban un par de cuadras, que nada iba a pasarme. El auto estacionó en la fondo de una casa. Sobre el barro. Llegamos a casa, Ezequiel te espera adentro. El miedo me invadió por completo. Me tomó del brazo y con bruzquedad me metió dentro de su propia casa. Por supuesto a esta altura ya sabia que Ezequiel no existia, y pensaba en lo idiota que habia sido. Victor me empujo sobre la cama, como yo no paraba de moverme y gritar me amordazó. Me quito toda la ropa casi desgarrandola y me ató pies y manos. Quede inmóvil, aterrado. La boca del gordo llena de baba empezaba a recorrer mi cuerpo desnudo. El cuello, la panza, el sexo. Me puso de espalda y su lengua babosa jugo en mi ano. Y un dolor enorme se apodero de mi. Su pene me había entrado en mi cuerpo. El cuerpo gordo y desagradable me aplastaba. Casi no podia respirar. Perdí el conocimiento.
Desperté en la cama de un hospital y la cara de mi madre desde arriba llena de lagrimas decian todo lo que estaba pensando. Del gordo nunca más supe nada. Ojala este muerto, auqnue no creo que así sea.
El jueves a la noche mientras terminaba algunos deberes de matemática que debía entregar al otro día en el colegio, conocí a Ezequiel en una sala de chat. No es que entre seguido a chatear, pero cada tanto a la noche lo hacía para ver si conocía a alguien que valiese la pena. Con Ezequiel tuve suerte, pase más de cuatro horas hablando con él. Tenia veintiún años (siempre me gustaron un poco más grandes), trabajaba con el padre en una maderera en Temperley. Después de que me pasara algunas fotos, de las que me enamore en seguida, me invitó a que al otro día luego que yo saliera del colegio fuese a su casa. Sus padres no estaban. A mí un poco de miedo me daba, además tenia que tomar un tren (yo vivía en Palermo) y mucha idea no tenía. Pero bueno las imagenes de Ezequiel en pantalla eran motivo más que suficiente para arriesgarse un poco. Sobre todo una de ellas en la que estaba parado en el borde de una pileta a punto de meterse. El abdomen casi perfecto como me gustan a mi, no exesivamente trabajado pero si un poco. Las dos lineas que bajaban a la zona pubica exitaban. Su cuerpo era armonico al igual que su rostro. Una nariz pequeña, acompañada de una sonrisa picara y el pelo casi rubio enmarañado. Dado ese panorama no pude negarme a aceptar su invitación.
Sali del colegio, ya le habia advertido a mi madre que pasaría la tarde en lo de Lucas, y convine los subtes de forma tal que terminase en Constitución. Nunca habia estado allí. Mi uniforme del colegio lo delataba. A pesar de mi estado nervioso continuo. Pense que mi recompenza esa tarde valdria el esfuerzo. El viaje en tren duraria aproximadamente treinta minutos. Durante el recorrido nunca dejaron de pasar vendedores de toda clase de cosas, panchos, relojes, musica. No compre nada. Cuando bajase en la estación tenia que caminar una cuadra y en medio de la plaza Ezequil me estaria esperando. Lo iba a reconocer por una gorra blanca nike que llevaria puesta. De todas formas eso era innecesario, si imagen nunca iba a desprenderse de mi retina. Llegue a la plaza y habia muy poca gente. Ezequiel no estaba. Le mande un mensaje. A los pocos segundo mi celula sonó, era él. Mi respiracion se entrecortaba, estaba más nervioso que nunca. Ezequil me explicaba que se le habia echo tarde, que estaba cerrando el negocio proque el padre no estaba y que me iba a pasar a buscar un aigo suyo y me llevaria hasta alla, que no me preocupara por nada. Corte. La situacion me puso mucho más nervioso. No sabia si volver a la estacion y tomarme el tren de regreso o esperar a su amigo. Ahora si no estaba seguro, pero tal lejos habia llegado que un poco más no me haria daño alguno. Pasaron cinco minutos y de un Ranault 12 azul bajó un hombre que caminó hasta dodne me encontraba yo. Se presentó y dijo ser Victor, un amigo de Ezequil de la maderera. Él me llevaría hasta la casa de Eze. Victor era gordo, rondaria los cuarenta años y su apecto a simple vista era desagradable. Pero pense que si solo me serviria de remis, no habría nada de malo. Asique subo al auto. Apenas cerro la puerta y puso en marcha el vehiculo, acaricio mi pierna y dijo que yo me veía muy bien. Arranco y manejo por más de treinta cuadras. Me empece a preocupar. Victor no dejaba de hablar de cosas sexuales. Era gay. En le momento que quiso saber en como yo se la chuparía a Ezequil, me asuste de verdad. Casi al borde de la desesperacion le pedi que me bajara con lagrimas en los ojos. Victor insistió en que solo faltaban un par de cuadras, que nada iba a pasarme. El auto estacionó en la fondo de una casa. Sobre el barro. Llegamos a casa, Ezequiel te espera adentro. El miedo me invadió por completo. Me tomó del brazo y con bruzquedad me metió dentro de su propia casa. Por supuesto a esta altura ya sabia que Ezequiel no existia, y pensaba en lo idiota que habia sido. Victor me empujo sobre la cama, como yo no paraba de moverme y gritar me amordazó. Me quito toda la ropa casi desgarrandola y me ató pies y manos. Quede inmóvil, aterrado. La boca del gordo llena de baba empezaba a recorrer mi cuerpo desnudo. El cuello, la panza, el sexo. Me puso de espalda y su lengua babosa jugo en mi ano. Y un dolor enorme se apodero de mi. Su pene me había entrado en mi cuerpo. El cuerpo gordo y desagradable me aplastaba. Casi no podia respirar. Perdí el conocimiento.
Desperté en la cama de un hospital y la cara de mi madre desde arriba llena de lagrimas decian todo lo que estaba pensando. Del gordo nunca más supe nada. Ojala este muerto, auqnue no creo que así sea.
miércoles, 25 de agosto de 2010
Mi primer historia de amor homosexual
Hace cuatro años fue la primera vez que hice el amor. Y ese mismo día mi mamá iba a proihibirme de la peor manera ser homosexual.
Hacia algunos meses que había conocido por chat a un chico, se llamaba Gerardo. A pesar que le lo negaba para mi, ante mis ojos era un ser humado extremadamente bello. El pelo lleno de rulos generalmente enmarañado, dos ojos verdes grandes y penetrantes que cada vez que me hablaba los clavaba directamente en los mios. Su cuerpo, si bien nunca hasta ese día lo había podido ver desnudo, daba cuenta de ser muy armónico, y si duda esa sonrisa perfecta que mostraba cosntantemente llegaba a cautivarme todo el tiempo. Sin embargo yo a su lado me sentía feo. Sentía que nada en mi estaba bien, mi pelo no tenia forma alguna, mis ojos igual a los de todos. nada se destacaba en mi. Aunque Gery, en cada oportunidad que podía me recordaba lo mucho que yo le gustaba. Y eso en algún sentido a mi me tranquilizaba. Existía alguien en le mundo que me veía lindo, o que al menos decía que había cosas lindas en mi.
Esos tres primeros meses de conocerlo nunca me los voy a poder olvidar. Y mucho menos la primea vez que nos vimos. Me acuerdo cuando leí en la pantalla de mi pc, estoy aburrido vamos al rió?, no dude un segundo. Aunque esa media hora de bañarme y decidir que ponerme fue letal. Al final me decido por una camisa escosesa celeste y un jaén que siempre pensé que se bien muy bien en mi. El ya estaba sentado en un banco de la costanera. Cuando lo vi quede duro. No me animaba a acercarme. En algún momento pensé en irme. Fui. Creo que lo primero que le dije fue que sus fotos mentía porque en persona era mucho mas lindo. Siempre voy a estar arrepentido de esas palabras. Un idiota me siento al acordarme. Una vez le conté sobre eso y ni se acordaba lo que yo le había dicho. Confeso haber estado muy nervioso. Aunque mucho no le creía, era una persona muy segura en todo momento.Esa tarde nos quedamos un millón de horas juntos. No exagero, así fue. Me sentía muy bien, era la primera vez en mi vida que podía ser gay. Nadie me juzgaba, ni se iba a reír de mi. Sus sonrisas para mi eran un gran refugio. Sin embargo volví a casa desilucionado porque no nos habíamos besado. Incluso llegue a pensar que no quería volverme a ver.
Y no fue así. El banco de la costanera se volvió por semanas el único lugar del planeta que tenia sentido. Varias veces mas nos vimos allí. Ese día se largo a llover cuando estábamos mirando los patos en el río. Corrimos de la mano debajo de un árbol. Me beso. El mundo de repente se detuvo. Una sensacion extraña me invadía. Besar. Mi cabeza no podía relajarse. Me sentía muy bien. Feliz. Me aparto, me miro a los ojos y esbozo esa sonrisa tan hermosa que tenia. Yo quede como un tarado apoyado contra le árbol, sin saber que hacer. Sonreí también.
Otra vez la vuelta a mi casa con mi cabeza pensando millones de cosas. Siempre quise saber como controlar esos pensamientos. Llegue a creer que como yo besaba mal él no iba a querer volveme a ver. Pero otra vez mi equivocación.
Ya el banco de la costanera había quedado como un hermoso recuerdo, que por cierto todavía cada vez que lo veo me revuelve el estomago. Nuestras salidas era constantes. Cada rincón vació que encontrábamos en la ciudad lo usábamos para besarnos. Nunca en mi vida había sentido un gusta tan delicioso en mi boca. Su boca. Su boca era algo inexplicable. No la podía separa de la mía por momentos. Íbamos al cine, las películas pasaban y nosotros dos ni enterados. Se movía por la vida sin miedo alguno. Yo por momentos pensaba en mis familia y mis amigos.
Una tarde estábamos sentados en un parque lleno de gente y me beso. Me sentí observado. Como si todos los ojos de la plaza se clavaban en lo que hacían estos dos putos. Gerardo me hizo ver y nadie había puesto atención. Eramos dos más del mundo. De a poco podía relajarme más. Estaba enamorado y eso me daba valor. Para lo que sea. Esa tarde en la plaza hablamos de sexo. Por supuesto Gery ya lo habia tenido. Yo, virgen. Le conté que un poco de miedo me daba, pero con le estaba dispuesto. Le dije que el lunes a la mañana mi casa quedaba sola. Yo estaba de vacaciones en el colegio y todos en mi familia trabajan. Que llegara a eso de las nueve.
Ocho treinta de la mañana escuche desde mi habitación como cerraban la puerta de calle. La casa sola. Solos el y yo. Nervios. Me cambie rápido, ordena algunas cosas del cuarto e hice la cama. La cama. Casi era el horario. No podía dejar de ir hasta la ventana de casa a espiar su llegada. Como la estaba justo en la esquina no podía saber de que lado llegaba. Golpe en la puerta. Abro. Allí estaba parado con su sonrisa infalible. Casi no me deja cerrar la puerta que me estampo con un beso contra la pared. Ese beso y nuestros cuerpos casi, casi formando uno solo dijeron mucho mas. Representaban el tiempo que ambos esperábamos un momento así. Lo agarre de la mano y lo lleve a mi habitación. Gerardo se me echo encima y caímos sobre la cama recién echa. Todo era con una furia tierna. Nuestros sexos enseguida levantaron. Su boca empezó a recorrer mi cuello. Esa sensacion me dejaba sobre las nubes. Me quito al remera, y miestras su mano me agarraba con fuerza la entrepierna, me mordía una de las tetillas. Me puso boca arriba. Se sentó sobre mi sexo erecto. Se quito su remera, y su cuerpo era tal como lo había imaginado. Pectorales y abdomen marcados levemente. Lampiño. En un revuelo que ya ni recuerdo toda nuestra ropa quedo sobre una silla y el suelo. Desnudos. Nuestros cuerpos se frotaban el uno al otro suavemente. Mi boca bajo y mi lengua empezó a recorrer su entrepierna, luego el glande, el tronco hasta introducírmela dentro de mi boca. Adentro y afuera varias veces. Gerardo gemía un poco y eso provocaba en mi mas ganas de seguir. Me levanto. Otra ves su boca y la mía juntas. Me puso contra la puerta de espalda. Tomo uno de los preservativos que había dejado sobre mi escritorio y se lo puso. Mientras me besaba la parte de atrás del cuello, yo empezaba a pensar en que si iba a sentir algún dolor. Pero tanto deseaba tenerlo dentro mio, que no dije nada. Mi primer gemido fue de dolor, pero así mismo quería que continuara. Gerardo estaba dentro mio. Eso era todo lo que yo estaba deseado. Sus movimientos de pelvis suaves parecían un millón de caricias juntas. Placer. Nunca había creído que el placer fuera tan maravilloso. Se quito el preservativo. Me beso y nos acostamos mirándonos mutuamente. Nos tomo a ambos con una mano y nos masturbo suavemente hasta que me abdomen se lleno del semen de ambos. Me quise quedar así toda la vida.
En el momento que abría la ducha sentí que la puerta del living se abría. Pánico. Mi madre entraba hablando por teléfono. Que podía hacer. Como engañarla. Yo envuelto en un toallon. Ella me saludo y entro en la cocina. Le pedí a Gerardo que no saliera del baño. El risueño como siempre entro a ducharse. Yo sentado sobre el inodoro pensaba que hacer. Por donde huir. Espié con la puerta entre abierta como mamá entraba en su habitación. Gerardo ya seco corrió a mi habitación para al menos poder ponerse su ropa. No salgas de ahí dentro. Cuando entre en la cocina escuche el grito de mi madre que había entrado a hablarme y lo había encontrado semi desnudo. Gerardo trataba de calmarme. Ella me gritaba que yo estaba enfermo. Que no podía creer lo que estaba viendo. Me dio vergüenza. Le pedí a Gerardo que se fuera, que yo después lo llamaría. Pero mamá impidió eso. De ninguna manera, de acá no sale nade hasta que me expliquen. Quien sos, que hacían. No me pude contener más y le dije que si, que era gay y acababa de hacerlo. Me arrepiento de haber sido tan impulsivo. Ella enloqueció. Me dio la cachetada mas fuerte que recibí en mi vida. Quede en el suelo confundido. Gerardo reacciono e intento detenerla. Ella tenia una tijera muy grande en su mano, que se incrustaron en el abdomen de Gerardo. Sangre en el piso. Mis ojos se abrieron tan grandes como nunca. Ella desapareció de su cuarto. Yo quede abrazado a un cuerpo sin vida. Empapado en sangre.
Bruno Tignanelli (c) Agosto 2010 Buenos Aires Argentina
Hacia algunos meses que había conocido por chat a un chico, se llamaba Gerardo. A pesar que le lo negaba para mi, ante mis ojos era un ser humado extremadamente bello. El pelo lleno de rulos generalmente enmarañado, dos ojos verdes grandes y penetrantes que cada vez que me hablaba los clavaba directamente en los mios. Su cuerpo, si bien nunca hasta ese día lo había podido ver desnudo, daba cuenta de ser muy armónico, y si duda esa sonrisa perfecta que mostraba cosntantemente llegaba a cautivarme todo el tiempo. Sin embargo yo a su lado me sentía feo. Sentía que nada en mi estaba bien, mi pelo no tenia forma alguna, mis ojos igual a los de todos. nada se destacaba en mi. Aunque Gery, en cada oportunidad que podía me recordaba lo mucho que yo le gustaba. Y eso en algún sentido a mi me tranquilizaba. Existía alguien en le mundo que me veía lindo, o que al menos decía que había cosas lindas en mi.
Esos tres primeros meses de conocerlo nunca me los voy a poder olvidar. Y mucho menos la primea vez que nos vimos. Me acuerdo cuando leí en la pantalla de mi pc, estoy aburrido vamos al rió?, no dude un segundo. Aunque esa media hora de bañarme y decidir que ponerme fue letal. Al final me decido por una camisa escosesa celeste y un jaén que siempre pensé que se bien muy bien en mi. El ya estaba sentado en un banco de la costanera. Cuando lo vi quede duro. No me animaba a acercarme. En algún momento pensé en irme. Fui. Creo que lo primero que le dije fue que sus fotos mentía porque en persona era mucho mas lindo. Siempre voy a estar arrepentido de esas palabras. Un idiota me siento al acordarme. Una vez le conté sobre eso y ni se acordaba lo que yo le había dicho. Confeso haber estado muy nervioso. Aunque mucho no le creía, era una persona muy segura en todo momento.Esa tarde nos quedamos un millón de horas juntos. No exagero, así fue. Me sentía muy bien, era la primera vez en mi vida que podía ser gay. Nadie me juzgaba, ni se iba a reír de mi. Sus sonrisas para mi eran un gran refugio. Sin embargo volví a casa desilucionado porque no nos habíamos besado. Incluso llegue a pensar que no quería volverme a ver.
Y no fue así. El banco de la costanera se volvió por semanas el único lugar del planeta que tenia sentido. Varias veces mas nos vimos allí. Ese día se largo a llover cuando estábamos mirando los patos en el río. Corrimos de la mano debajo de un árbol. Me beso. El mundo de repente se detuvo. Una sensacion extraña me invadía. Besar. Mi cabeza no podía relajarse. Me sentía muy bien. Feliz. Me aparto, me miro a los ojos y esbozo esa sonrisa tan hermosa que tenia. Yo quede como un tarado apoyado contra le árbol, sin saber que hacer. Sonreí también.
Otra vez la vuelta a mi casa con mi cabeza pensando millones de cosas. Siempre quise saber como controlar esos pensamientos. Llegue a creer que como yo besaba mal él no iba a querer volveme a ver. Pero otra vez mi equivocación.
Ya el banco de la costanera había quedado como un hermoso recuerdo, que por cierto todavía cada vez que lo veo me revuelve el estomago. Nuestras salidas era constantes. Cada rincón vació que encontrábamos en la ciudad lo usábamos para besarnos. Nunca en mi vida había sentido un gusta tan delicioso en mi boca. Su boca. Su boca era algo inexplicable. No la podía separa de la mía por momentos. Íbamos al cine, las películas pasaban y nosotros dos ni enterados. Se movía por la vida sin miedo alguno. Yo por momentos pensaba en mis familia y mis amigos.
Una tarde estábamos sentados en un parque lleno de gente y me beso. Me sentí observado. Como si todos los ojos de la plaza se clavaban en lo que hacían estos dos putos. Gerardo me hizo ver y nadie había puesto atención. Eramos dos más del mundo. De a poco podía relajarme más. Estaba enamorado y eso me daba valor. Para lo que sea. Esa tarde en la plaza hablamos de sexo. Por supuesto Gery ya lo habia tenido. Yo, virgen. Le conté que un poco de miedo me daba, pero con le estaba dispuesto. Le dije que el lunes a la mañana mi casa quedaba sola. Yo estaba de vacaciones en el colegio y todos en mi familia trabajan. Que llegara a eso de las nueve.
Ocho treinta de la mañana escuche desde mi habitación como cerraban la puerta de calle. La casa sola. Solos el y yo. Nervios. Me cambie rápido, ordena algunas cosas del cuarto e hice la cama. La cama. Casi era el horario. No podía dejar de ir hasta la ventana de casa a espiar su llegada. Como la estaba justo en la esquina no podía saber de que lado llegaba. Golpe en la puerta. Abro. Allí estaba parado con su sonrisa infalible. Casi no me deja cerrar la puerta que me estampo con un beso contra la pared. Ese beso y nuestros cuerpos casi, casi formando uno solo dijeron mucho mas. Representaban el tiempo que ambos esperábamos un momento así. Lo agarre de la mano y lo lleve a mi habitación. Gerardo se me echo encima y caímos sobre la cama recién echa. Todo era con una furia tierna. Nuestros sexos enseguida levantaron. Su boca empezó a recorrer mi cuello. Esa sensacion me dejaba sobre las nubes. Me quito al remera, y miestras su mano me agarraba con fuerza la entrepierna, me mordía una de las tetillas. Me puso boca arriba. Se sentó sobre mi sexo erecto. Se quito su remera, y su cuerpo era tal como lo había imaginado. Pectorales y abdomen marcados levemente. Lampiño. En un revuelo que ya ni recuerdo toda nuestra ropa quedo sobre una silla y el suelo. Desnudos. Nuestros cuerpos se frotaban el uno al otro suavemente. Mi boca bajo y mi lengua empezó a recorrer su entrepierna, luego el glande, el tronco hasta introducírmela dentro de mi boca. Adentro y afuera varias veces. Gerardo gemía un poco y eso provocaba en mi mas ganas de seguir. Me levanto. Otra ves su boca y la mía juntas. Me puso contra la puerta de espalda. Tomo uno de los preservativos que había dejado sobre mi escritorio y se lo puso. Mientras me besaba la parte de atrás del cuello, yo empezaba a pensar en que si iba a sentir algún dolor. Pero tanto deseaba tenerlo dentro mio, que no dije nada. Mi primer gemido fue de dolor, pero así mismo quería que continuara. Gerardo estaba dentro mio. Eso era todo lo que yo estaba deseado. Sus movimientos de pelvis suaves parecían un millón de caricias juntas. Placer. Nunca había creído que el placer fuera tan maravilloso. Se quito el preservativo. Me beso y nos acostamos mirándonos mutuamente. Nos tomo a ambos con una mano y nos masturbo suavemente hasta que me abdomen se lleno del semen de ambos. Me quise quedar así toda la vida.
En el momento que abría la ducha sentí que la puerta del living se abría. Pánico. Mi madre entraba hablando por teléfono. Que podía hacer. Como engañarla. Yo envuelto en un toallon. Ella me saludo y entro en la cocina. Le pedí a Gerardo que no saliera del baño. El risueño como siempre entro a ducharse. Yo sentado sobre el inodoro pensaba que hacer. Por donde huir. Espié con la puerta entre abierta como mamá entraba en su habitación. Gerardo ya seco corrió a mi habitación para al menos poder ponerse su ropa. No salgas de ahí dentro. Cuando entre en la cocina escuche el grito de mi madre que había entrado a hablarme y lo había encontrado semi desnudo. Gerardo trataba de calmarme. Ella me gritaba que yo estaba enfermo. Que no podía creer lo que estaba viendo. Me dio vergüenza. Le pedí a Gerardo que se fuera, que yo después lo llamaría. Pero mamá impidió eso. De ninguna manera, de acá no sale nade hasta que me expliquen. Quien sos, que hacían. No me pude contener más y le dije que si, que era gay y acababa de hacerlo. Me arrepiento de haber sido tan impulsivo. Ella enloqueció. Me dio la cachetada mas fuerte que recibí en mi vida. Quede en el suelo confundido. Gerardo reacciono e intento detenerla. Ella tenia una tijera muy grande en su mano, que se incrustaron en el abdomen de Gerardo. Sangre en el piso. Mis ojos se abrieron tan grandes como nunca. Ella desapareció de su cuarto. Yo quede abrazado a un cuerpo sin vida. Empapado en sangre.
Bruno Tignanelli (c) Agosto 2010 Buenos Aires Argentina
martes, 3 de agosto de 2010
El David de Miguel Angel.
Como estas? hace más de tres meses que no chateabamos.
Eso se podía leer en la pantalla de la computadora de Martín. Era el comienzo de una conversación que lo llevaría a su más sádico final. Tres meses atrás era el tiempo en el que estos dos chicos no habían mantenido ningún tipo de contacto en el chat. Pero antes de eso, habían logrado incurcionar en algunos detalles de la vida privada de cada uno. Martín (20) era le menor de 3 hermanos, que vivían junto a su madre en un departamento en al calle Conesa en Colegiales. Era estudiante de psicología de la Uba, y su vida social se reducía a sus tres amigas lesbianas que había conocido el año anterior. Facundo tenia 24 años, dueño de una de las sonrisas más perfecta que cualquiera de nosotros pueda encontrar, un cuerpo trabajado hasta en su más mínimo detalle. Casi como si Miguel Ángel hubiese vuelto para esculpir un cuerpo humano. Nunca quedo en claro durante las conversacion que mantuvo con Martín que era lo que hacia de su vida. Había quedado confuso, ya que la mayor parte del tiempo la charla había girado en torno a la pésima relación que Martín tenia con su madre y las horas que facundo pasaba entrenando. Una noche el más joven de los dos había quedado obnubilado ante la simagenes que la cámara web reproducía. Facundo posaba desnudo y se masturbaba para él. Y martín con esas imagenes en la cabeza, quería apresurar como sea el inminente encuentro que venían planeado tener. Por varias situaciones de la vida, que no viene al caso, los dos chicos abandonaron por tres meses la conversacion que noche a noche esperaban. Pero el destino no los había abandonado. Más emocionado que otras veces, Martín estaba deseoso de poder concretar un encuentro con ese cuerpo perfecto, que cada noche invadía su pensamiento antes de acostarse y le producía una erección inminente.Ambos tenían compromisos para ese viernes a la noche. Sin embargo facundo tuvo la idea de encontrarse a las cinco treinta de la madrugada en una esquina de palermo, luego que cada uno cumpliese con sus amigos. La hora del desayuno sonaba deliciosa para ambos, sexo antes de acostarse era tentador.
Cinco menos cuarto el teléfono celular de facundo tenia un mensaje que decía "Estoy en la camioneta de mi vieja, paso por vos 5.30 decime por dnd?". "Paraguay y Scalabrini". Cinco minutos pasadas las y media la camioneta con cupula trasera frenó en la esquina, y en esa subió Facundo. Dieron algunas vueltas por Palermo. Martín propuso pasar un rato por el río, en el que estuvieron menos de quince minutos. Y ya en el momento que las hormonas de Martín estaban a punto de hacerlo estallar, escucho lo que el mismo pensaba y no se animaba a decir: "vamos a un telo o la parte trasera de tu camioneta es mas tentadora?". Y la parte de atrás del utilitario se convirtió en un hotel de transito económico. Estacionado frente al río. Dos acolchados que Martín había puesto la noche anterior sirvieron de colchón. El cuerpo que tanto había imaginado por fin estaba delante suyo. Podía besarlo, acariciarlo, pasarle la lengua cuantas veces quisiera. Las hormonas revolucionadas de martín no lo dejaban pensar sus acciones, en cambio facundo estaba más relajado, dejaba que el más chico hiciera de el lo que quisiera. A excepción de penetrarlo, esa ya lo había pensado hacer él. Luego de un rato, cansado Facundo de que la lengua de Martín recorriese su cuello, abdomen y sexo, bruzcamente lo tomo entre sus brazos. Lo puso boca abajo e hizo que Martín gozara de un placer que hacia mucho tiempo no sentía. Acabron su desborde de placer en el pecho de Martín que encontró la remera de una amiga para limpiarse.
Facundo pidió manejar, con la idea de llevarlo a Martín a un lugar que iba a gustarle mucho. Preso de un placer absoluto accedió. La camioneta avanzó y avanzó hasta cruzar un puente que une Capital Federal con la provincia de Buenos Aires. Martín empezaba preocuparse por las zonas que su camioneta gris atravesaba. Cada cuadra era más oscura y peligrosa. Y las advertencia de Facundo, de que se quedara tranquilo que todo estaba bien lo alteraban aun más. Con lágrimas en sus ojos insistió que regresaran, pero la respuesta del mayor de los dos fue contundente: "ya no hay vuelta, vos bajas acá puto". Un par d golpes en la cabeza de Martín lo hicieron salir de su camioneta, que ahora la veía alejarse a gran velocidad. El regreso a Colegiales seria ahora una terrible travesía.
Bruno Tignanelli (c) Buenos Aires, Argentina Agosto 2010
Eso se podía leer en la pantalla de la computadora de Martín. Era el comienzo de una conversación que lo llevaría a su más sádico final. Tres meses atrás era el tiempo en el que estos dos chicos no habían mantenido ningún tipo de contacto en el chat. Pero antes de eso, habían logrado incurcionar en algunos detalles de la vida privada de cada uno. Martín (20) era le menor de 3 hermanos, que vivían junto a su madre en un departamento en al calle Conesa en Colegiales. Era estudiante de psicología de la Uba, y su vida social se reducía a sus tres amigas lesbianas que había conocido el año anterior. Facundo tenia 24 años, dueño de una de las sonrisas más perfecta que cualquiera de nosotros pueda encontrar, un cuerpo trabajado hasta en su más mínimo detalle. Casi como si Miguel Ángel hubiese vuelto para esculpir un cuerpo humano. Nunca quedo en claro durante las conversacion que mantuvo con Martín que era lo que hacia de su vida. Había quedado confuso, ya que la mayor parte del tiempo la charla había girado en torno a la pésima relación que Martín tenia con su madre y las horas que facundo pasaba entrenando. Una noche el más joven de los dos había quedado obnubilado ante la simagenes que la cámara web reproducía. Facundo posaba desnudo y se masturbaba para él. Y martín con esas imagenes en la cabeza, quería apresurar como sea el inminente encuentro que venían planeado tener. Por varias situaciones de la vida, que no viene al caso, los dos chicos abandonaron por tres meses la conversacion que noche a noche esperaban. Pero el destino no los había abandonado. Más emocionado que otras veces, Martín estaba deseoso de poder concretar un encuentro con ese cuerpo perfecto, que cada noche invadía su pensamiento antes de acostarse y le producía una erección inminente.Ambos tenían compromisos para ese viernes a la noche. Sin embargo facundo tuvo la idea de encontrarse a las cinco treinta de la madrugada en una esquina de palermo, luego que cada uno cumpliese con sus amigos. La hora del desayuno sonaba deliciosa para ambos, sexo antes de acostarse era tentador.
Cinco menos cuarto el teléfono celular de facundo tenia un mensaje que decía "Estoy en la camioneta de mi vieja, paso por vos 5.30 decime por dnd?". "Paraguay y Scalabrini". Cinco minutos pasadas las y media la camioneta con cupula trasera frenó en la esquina, y en esa subió Facundo. Dieron algunas vueltas por Palermo. Martín propuso pasar un rato por el río, en el que estuvieron menos de quince minutos. Y ya en el momento que las hormonas de Martín estaban a punto de hacerlo estallar, escucho lo que el mismo pensaba y no se animaba a decir: "vamos a un telo o la parte trasera de tu camioneta es mas tentadora?". Y la parte de atrás del utilitario se convirtió en un hotel de transito económico. Estacionado frente al río. Dos acolchados que Martín había puesto la noche anterior sirvieron de colchón. El cuerpo que tanto había imaginado por fin estaba delante suyo. Podía besarlo, acariciarlo, pasarle la lengua cuantas veces quisiera. Las hormonas revolucionadas de martín no lo dejaban pensar sus acciones, en cambio facundo estaba más relajado, dejaba que el más chico hiciera de el lo que quisiera. A excepción de penetrarlo, esa ya lo había pensado hacer él. Luego de un rato, cansado Facundo de que la lengua de Martín recorriese su cuello, abdomen y sexo, bruzcamente lo tomo entre sus brazos. Lo puso boca abajo e hizo que Martín gozara de un placer que hacia mucho tiempo no sentía. Acabron su desborde de placer en el pecho de Martín que encontró la remera de una amiga para limpiarse.
Facundo pidió manejar, con la idea de llevarlo a Martín a un lugar que iba a gustarle mucho. Preso de un placer absoluto accedió. La camioneta avanzó y avanzó hasta cruzar un puente que une Capital Federal con la provincia de Buenos Aires. Martín empezaba preocuparse por las zonas que su camioneta gris atravesaba. Cada cuadra era más oscura y peligrosa. Y las advertencia de Facundo, de que se quedara tranquilo que todo estaba bien lo alteraban aun más. Con lágrimas en sus ojos insistió que regresaran, pero la respuesta del mayor de los dos fue contundente: "ya no hay vuelta, vos bajas acá puto". Un par d golpes en la cabeza de Martín lo hicieron salir de su camioneta, que ahora la veía alejarse a gran velocidad. El regreso a Colegiales seria ahora una terrible travesía.
Bruno Tignanelli (c) Buenos Aires, Argentina Agosto 2010
viernes, 2 de julio de 2010
El baño
Veinte años cada uno. Eran las once de la mañana y el centro porteño estaba cargado de su habitual multitud de viernes. Oficinistas apurados por comer algo con un amigo que trabaja a diez cuadras, cadetes en motos, taxistas que putean a los que cruzan en rojo, turistas emocionados con la fauna de Buenos aires, Japoneses que a todo lo que se mueve le sacan fotos e infaltables las cientos de publicidades que adornan todo al rededor el obelisco. Juan hacia cuarenta minutos atrás que había entrado en alguna sala de chat homosexual, la igual que Nicolás. Sus destinos esa tarde se unían, como había arreglado en la salida del subte B, justamente en la estación Carlos Pellegrini. Iban a reonocerse por una bufanda negra que casualmente cada uno de ellos llevaba en el cuello, además de la campera roja de Nico y la mochila a cuadros blanca de Juan.
Había quedado para conocerse y tomas un café en el Mc Donald de dos piso, ese que tiene vista al obelisco. Sus hormonas esa mañana estaban aceleradas. Y los dos vasos de cartón con precaución de caliente que los separaban empezaban a molestar. En la cabeza de cada uno de ellos el morbo era enorme. Entrar en el baño del restaurante de comidas rápidas seria una opción, pensaba Juan. El dilema era, como insinuarle eso a alguien con el que apenas había intercambiado a lo sumo cincuenta palabras y veinte minutos de chat. De los cuales deis se tomaron para hacer una descripción física de cada uno por falta de web cam en los respectivos cybers. Otro lugar para Juan era impensable. Su casa quedaba en Lanus y más que seguro estaría toda su familia en ella. Y para pagar un telo el poco dinero que tenia en su bolsillo debía alcanzarle para ir a la noche a bailar con unos amigos. Además pensó que el chico que acababa de conocer no era la gran cosa. Cuando Nicolás se paro y fue al baño Juan aprovecho para analizarlo mejor. Y no quedo muy satisfecho de lo que veía moverse delante de el. Igualmente lo siguió. Miro varias veces antes de entrar al baño detrás del chico que acababa de conocer en el chat, para ver que nadie lo viese entrar. Sin embargo a esa hora el lugar estaba lleno de gente. Lo tomó de la mano y lo llevo hasta dentro de los pequeños cubiculos donde se encierran los inodoros. Nicolás no estaba seguro de hacerlo, pero vio en los ojos de Juan que un no sería en vano. Una vez adentro se besaron. Juan sentó a Nicolás en el asiento mugriento del inodoro, bajo su pantalón y quiso obligar a practicarle sexo oral. Mientras le succionaban repetidas veces su pene erecto, se saco su remera. La estiró con odio, rodeo el cuello del otro. Tomó los extremos con mucha fuerza y apretó. Apretó y apretó y apretó. Nicolás intentó resistirse, pero todo fe en vano. En menos de cinco minutos el aire dejó de entrar en su cuerpo, y una marca roja adornaba todo su cuello. Juan volvió a ponerse su remera, acomodó el cuerpo rellenito del chico que acabada de matar de forma que pareciera que estuviese haciendo caca. Miro por debajo de la puerta que nadie estuviese afuera y salió. Con paso apresurado cruzo la puerta de salida. Una leve llovizna comenzó a mojar Buenos Aires. Paro un taxi, indicó la estación de ómnibus de retiro y se fue.
Había quedado para conocerse y tomas un café en el Mc Donald de dos piso, ese que tiene vista al obelisco. Sus hormonas esa mañana estaban aceleradas. Y los dos vasos de cartón con precaución de caliente que los separaban empezaban a molestar. En la cabeza de cada uno de ellos el morbo era enorme. Entrar en el baño del restaurante de comidas rápidas seria una opción, pensaba Juan. El dilema era, como insinuarle eso a alguien con el que apenas había intercambiado a lo sumo cincuenta palabras y veinte minutos de chat. De los cuales deis se tomaron para hacer una descripción física de cada uno por falta de web cam en los respectivos cybers. Otro lugar para Juan era impensable. Su casa quedaba en Lanus y más que seguro estaría toda su familia en ella. Y para pagar un telo el poco dinero que tenia en su bolsillo debía alcanzarle para ir a la noche a bailar con unos amigos. Además pensó que el chico que acababa de conocer no era la gran cosa. Cuando Nicolás se paro y fue al baño Juan aprovecho para analizarlo mejor. Y no quedo muy satisfecho de lo que veía moverse delante de el. Igualmente lo siguió. Miro varias veces antes de entrar al baño detrás del chico que acababa de conocer en el chat, para ver que nadie lo viese entrar. Sin embargo a esa hora el lugar estaba lleno de gente. Lo tomó de la mano y lo llevo hasta dentro de los pequeños cubiculos donde se encierran los inodoros. Nicolás no estaba seguro de hacerlo, pero vio en los ojos de Juan que un no sería en vano. Una vez adentro se besaron. Juan sentó a Nicolás en el asiento mugriento del inodoro, bajo su pantalón y quiso obligar a practicarle sexo oral. Mientras le succionaban repetidas veces su pene erecto, se saco su remera. La estiró con odio, rodeo el cuello del otro. Tomó los extremos con mucha fuerza y apretó. Apretó y apretó y apretó. Nicolás intentó resistirse, pero todo fe en vano. En menos de cinco minutos el aire dejó de entrar en su cuerpo, y una marca roja adornaba todo su cuello. Juan volvió a ponerse su remera, acomodó el cuerpo rellenito del chico que acabada de matar de forma que pareciera que estuviese haciendo caca. Miro por debajo de la puerta que nadie estuviese afuera y salió. Con paso apresurado cruzo la puerta de salida. Una leve llovizna comenzó a mojar Buenos Aires. Paro un taxi, indicó la estación de ómnibus de retiro y se fue.
jueves, 24 de junio de 2010
Pacientes, calientes, alterados y frustrados
Martín dijo que se llamaba Agustín, esa mañana temprano cuando el teléfono sonó quince minutos antes que su despertador. Del otro lado una voz ronca, gastada, confirmaba la hora del encuentro. Tarde para un martes, dieciocho horas en el bar con mesas de madera que esta justo cruzando la calle de la facultad de derecho. Como iban a reconocerse seria la gran incógnita, aunque Miguel, que era cuarenta años mayor, recordó haber visto fotos del niño de veinte años en su casilla de correo. Dos meses antes de este llamado, por ciento cincuenta pesos la hora habían arreglado un encuentro que jamás se había concretado. Sin embargo esta vez, el morbo o las hormonas de Miguel lo habían llevado temprano a revisar la agenda de su teléfono celular y llamar al “pendejo”.
Corrió las cortinas para cubrir los grandes ventanales por los que se podía observar los edificios contiguos desde su piso catorce, y entro directo a darse una ducha pues el día había trascurrido, y el medico de sesenta años esa tarde había atendido más de una docena de pacientes en el hospital italiano. Velozmente lavo cada parte de su arrugado y casi obeso cuerpo, porque el reloj lo corría. Había una diferencia de cinco minutos entre el del living de Miguel y el que marcaba las cinco veintidós del noticiero. Y como era un hombre que nunca había faltado a su palabra, ocho minutos antes de lo acordado estaba bajando de su auto, que estratégicamente había estacionado frente al bar de las mesas de madera. Escogió la que estuviese más aislada de la sociedad, para así tener la mayor intimidad posible. En el momento que vio cruzar la calle, a un chico de campera naranja, jens gastados y zapatillas de lona esbozo una sonrisa, que dejo casi al descubierto sus dientes amarillos. El niño, que casi parecía un ángel inmaculado e inocente, se sentó y ordeno una gaseosa. Miguel estaba absorto, casi era desagradable su mirada que devoraba al joven que tenia sentado adelante.
Treinta y cinco minutos más tarde Agustín tenía encima de él un cuerpo arrugado y excitado que no llego a penetrarlo. Derramo su semen en la entrada. Sin remordimiento, ni vergüenza, ni culpa por malgastar los doscientos pesos que se eyaculacion precoz le había costado encendió un cigarrillo. Mientras ibas desde su habitación hasta la cocina por un poco de jugo de naranja para el joven, el joven desnudo empezaba a revisar cuanto cajón tenía por delante. Con las manos dentro del anteúltimo cajón del placard de puertas dobles que estaba sobre la pared del fondo de la habitación, lo encontró el medico de sesenta años. Sos un pelotudo. Dame mis doscientos pesos ahora que me tengo que ir. Para que todavía no te la metí. A mí que me importa, ya acabaste. Y Agustín dejaba de lado su comportamiento angelical, para reclamar un sueldo que había sabido ganarse. Porque el polvo lo cobraba doscientos. Adentro o afuera no le importaba. Enervado Miguel, que hacia más de seis meses que no tenía el más mínimo contacto con la piel de un humano que no fuera su paciente, lo tomo de los brazos y con violencia lo tumbo sobre la cama dispuesto a todo. Mientras que con una mano sostenía los brazos del joven con la buscaba con que poder atarlo. Al no encontrar, saco afuera de su boxer a rayas su pene erecto y lo apoyo sobre el cuerpo desnudo del joven. Una inesperada patada en el hígado lo dejo tumbado entre la puerta y la pared del costado. Y la pata de metal del velador sobre su cabeza le hizo correr un débil hilo de sangre. Agustín volvió a respirar, saco del bolsillo del viejo una billetera negra, se puso su ropa que estaba tirada sobre un costado. Miró desde la puerta la habitación por miedo a olvidarse algo, tomo las llaves que estaba sobre la mesa en la entrada y salió.
Bruno Tignanelli Junio 2010 Buenos Aires, Argentina (c)
Corrió las cortinas para cubrir los grandes ventanales por los que se podía observar los edificios contiguos desde su piso catorce, y entro directo a darse una ducha pues el día había trascurrido, y el medico de sesenta años esa tarde había atendido más de una docena de pacientes en el hospital italiano. Velozmente lavo cada parte de su arrugado y casi obeso cuerpo, porque el reloj lo corría. Había una diferencia de cinco minutos entre el del living de Miguel y el que marcaba las cinco veintidós del noticiero. Y como era un hombre que nunca había faltado a su palabra, ocho minutos antes de lo acordado estaba bajando de su auto, que estratégicamente había estacionado frente al bar de las mesas de madera. Escogió la que estuviese más aislada de la sociedad, para así tener la mayor intimidad posible. En el momento que vio cruzar la calle, a un chico de campera naranja, jens gastados y zapatillas de lona esbozo una sonrisa, que dejo casi al descubierto sus dientes amarillos. El niño, que casi parecía un ángel inmaculado e inocente, se sentó y ordeno una gaseosa. Miguel estaba absorto, casi era desagradable su mirada que devoraba al joven que tenia sentado adelante.
Treinta y cinco minutos más tarde Agustín tenía encima de él un cuerpo arrugado y excitado que no llego a penetrarlo. Derramo su semen en la entrada. Sin remordimiento, ni vergüenza, ni culpa por malgastar los doscientos pesos que se eyaculacion precoz le había costado encendió un cigarrillo. Mientras ibas desde su habitación hasta la cocina por un poco de jugo de naranja para el joven, el joven desnudo empezaba a revisar cuanto cajón tenía por delante. Con las manos dentro del anteúltimo cajón del placard de puertas dobles que estaba sobre la pared del fondo de la habitación, lo encontró el medico de sesenta años. Sos un pelotudo. Dame mis doscientos pesos ahora que me tengo que ir. Para que todavía no te la metí. A mí que me importa, ya acabaste. Y Agustín dejaba de lado su comportamiento angelical, para reclamar un sueldo que había sabido ganarse. Porque el polvo lo cobraba doscientos. Adentro o afuera no le importaba. Enervado Miguel, que hacia más de seis meses que no tenía el más mínimo contacto con la piel de un humano que no fuera su paciente, lo tomo de los brazos y con violencia lo tumbo sobre la cama dispuesto a todo. Mientras que con una mano sostenía los brazos del joven con la buscaba con que poder atarlo. Al no encontrar, saco afuera de su boxer a rayas su pene erecto y lo apoyo sobre el cuerpo desnudo del joven. Una inesperada patada en el hígado lo dejo tumbado entre la puerta y la pared del costado. Y la pata de metal del velador sobre su cabeza le hizo correr un débil hilo de sangre. Agustín volvió a respirar, saco del bolsillo del viejo una billetera negra, se puso su ropa que estaba tirada sobre un costado. Miró desde la puerta la habitación por miedo a olvidarse algo, tomo las llaves que estaba sobre la mesa en la entrada y salió.
Bruno Tignanelli Junio 2010 Buenos Aires, Argentina (c)
miércoles, 21 de abril de 2010
Suicidio Adolecente
Marcos se sentia incomprendido. Diecinueve años desde el día de su nacimiento habian trascurrido, y este mitad hombre mitad niño que desde hacia un tiempo atras empezó a dar sus primeros pasos en el mundo universitario. Ciencias de la comunicacion fue la decision de su futuro que este chico, que toda vida la había visto pasar en su casa del barrio porteño de Paternal, más prcisamente a escasos metros de la avenida San Martín. Su hogar no discurria del de una familia de clase media, lo que era notabale era la ausencia en la vida de Marcos de otras personas. Su padre trabajaba por mas de 14 horas diarias manejando un taxi en el que paseaba por toda la hermosa ciudad de Buenos Aires entre cuatro o cinco chicas diarias, que pagan el viaje con algo muy diferente al dinero. Y su madre, que muchas más veces de la que cualquier adolencente pudiese desear, no volvia a dormir en varias oportunidades durante la semana. Alcoholica y depresiva.
Los dos de la vida de Marcos, fueron sin duda indeseable por cualqueira que este de trasito por este mundo. El lunes se despertó, como era habitual en él, a las siete de la mañana dispuesto a cursar las cuatro materias del primer día de la semana. Su padre hacia escasos minutos se habia ido con su renault 19 pintado amarillo y negro en busca de nuevas aventuras con prostituas porteñas. Su madre habia dejado una nota sobre la mesa de la cocina en la que pedia que alguien hiciera algunas compras, y un billete de cien pesos. El joven, que no ignoraba, pero si pasaba por alto el desordenado compartamiento de sus padres, entó esa mañana en la mugrienta cocina plagada de cucarachas y platos sucios. Tomo el billete de la mesa, ignoró el recado de su madre y sin prestarle mucha atención al desorden habitual de su casa, partió.
Cansino y como quien hace todo lo que debe en la vida de manera automatizada, proque no existe un motor aparente que motive las ganas de hacer se deslizaba este chico por los andenes del subte, por las cuatro cuadras que separaban la estación donde se bajaba para entrar a clases y su faultad. Pero esa mañana decidio seguir de largo. Con una mochila no más pesada de la que debia cargar en su propia vida, camino sin rumbo durante horas y horas. Por fin se detuvo en una plaza a observar. Una pareja sonriente jugando con un perro blanco, cuatro amigos espectante a las anecdotas de sus fines de semana, una mujer que intentaba asolearse con el poco calor que da el sol de abril, dos ancianos que a paso lento recorrian el camino de flores que se habia formado allí. Sin bronca, sin sentir absolutamente nada, desganado y apatico se quedó recostado sobre su brazo izquierdo.
Desde su lugar podia ver pasar a la madre a los tumbos por el alcohol y a su padre risueño en su auto con alguna que otra chica que no debia tener mucha más edad que él. Compró cocaina, fue de nuevo a su casa y la aspiró hasta desmayarse.
A la mañana siguiente se despertó un poco más de las siete, su padre hacia escasos minutos se habia ido con su reno 19, la nota de su madre seguia en la mugrienta mesa de la cocina. Su madre no estaba, no había dinero en la mesa esa mañana. El teléfono en esa casa hacia mucho tiempo que no sonaba. Marcos, cansino como de costumbre caminó hasta la cocina, observó el desastre y comprendio que era incomprendido. No habia ayuda, no había solución. Salió al jardín, tomó una soga y la corto en tres partes. Se ahorcó con una de ellas, dejando las otras dos a un costado.
Pasaron 36 horas para que, alertados por un vecino, los padres descubrieran la tragedia. Ella ahora vive en Lanus, y sigue a los tumbos por la vida. El choco el renaul 19 y paso dos meses solo recuperandose en un hospital de belgrano.... cuando salió nunca más volvio a manejar.
Los dos de la vida de Marcos, fueron sin duda indeseable por cualqueira que este de trasito por este mundo. El lunes se despertó, como era habitual en él, a las siete de la mañana dispuesto a cursar las cuatro materias del primer día de la semana. Su padre hacia escasos minutos se habia ido con su renault 19 pintado amarillo y negro en busca de nuevas aventuras con prostituas porteñas. Su madre habia dejado una nota sobre la mesa de la cocina en la que pedia que alguien hiciera algunas compras, y un billete de cien pesos. El joven, que no ignoraba, pero si pasaba por alto el desordenado compartamiento de sus padres, entó esa mañana en la mugrienta cocina plagada de cucarachas y platos sucios. Tomo el billete de la mesa, ignoró el recado de su madre y sin prestarle mucha atención al desorden habitual de su casa, partió.
Cansino y como quien hace todo lo que debe en la vida de manera automatizada, proque no existe un motor aparente que motive las ganas de hacer se deslizaba este chico por los andenes del subte, por las cuatro cuadras que separaban la estación donde se bajaba para entrar a clases y su faultad. Pero esa mañana decidio seguir de largo. Con una mochila no más pesada de la que debia cargar en su propia vida, camino sin rumbo durante horas y horas. Por fin se detuvo en una plaza a observar. Una pareja sonriente jugando con un perro blanco, cuatro amigos espectante a las anecdotas de sus fines de semana, una mujer que intentaba asolearse con el poco calor que da el sol de abril, dos ancianos que a paso lento recorrian el camino de flores que se habia formado allí. Sin bronca, sin sentir absolutamente nada, desganado y apatico se quedó recostado sobre su brazo izquierdo.
Desde su lugar podia ver pasar a la madre a los tumbos por el alcohol y a su padre risueño en su auto con alguna que otra chica que no debia tener mucha más edad que él. Compró cocaina, fue de nuevo a su casa y la aspiró hasta desmayarse.
A la mañana siguiente se despertó un poco más de las siete, su padre hacia escasos minutos se habia ido con su reno 19, la nota de su madre seguia en la mugrienta mesa de la cocina. Su madre no estaba, no había dinero en la mesa esa mañana. El teléfono en esa casa hacia mucho tiempo que no sonaba. Marcos, cansino como de costumbre caminó hasta la cocina, observó el desastre y comprendio que era incomprendido. No habia ayuda, no había solución. Salió al jardín, tomó una soga y la corto en tres partes. Se ahorcó con una de ellas, dejando las otras dos a un costado.
Pasaron 36 horas para que, alertados por un vecino, los padres descubrieran la tragedia. Ella ahora vive en Lanus, y sigue a los tumbos por la vida. El choco el renaul 19 y paso dos meses solo recuperandose en un hospital de belgrano.... cuando salió nunca más volvio a manejar.
domingo, 21 de marzo de 2010
Domingo diecinueve horas
"Hasta este punto llegue".
Así se levantaba, Luis, Luisito ese domingo a eso de las dieciocho horas. Había dormido en el sillón del living de su departamento de dos ambientes, decorado con varios cuadros a medio terminar. Delante de él había un televisor, rodeado de películas desordenadas y una medita baja que demostraba que la anterior hubo gente bebiendo. Varios botellas vacías por todos lados. Vasos y copas, algunas con manchas de vino tinto y restos de cerveza. Luís se levanta mareado e invadido por esa extraña sensacion que produce el domingo a la tarde. Se sienta y mira a su alrededor. El reloj marca la proximidad de la hora diecinueve y, esa quietud típica de domingo arma el ambiente. Se reincorpora con un leve dolor de cabeza, toma un envase de cerveza abierto y empieza a tomar. Su mirada se llena de esa melancolía, tristeza y vació que deja una borrachera de sábado a la noche. Como puede, camina. va hacia la cocina, comienza a guardar unos vasos y vuelve con un palo y trapo para el piso. Sin embargo, al instante se da cuenta de que esta agotado o que simplemente no tiene ganas de ello.
Se vuelve a sentar, se agarra la cabeza, toma más cerveza, llora. Ve que dentro del cenicero, hay un cigarrillo o un porro apagado y lo enciende. Allí se queda un rato fumando, desconcertado. Cuando descubre en el piso de su living, una caja de pizza vacía. La abre, y toma de ella un cuchillo con restos de muzarella. Mantiene el cuchillo en su mano, y su mirada pasa de el a las venas d su brazo derecho, la idea que cortarse queda unos instantes en su cabeza, pero finalmente desiste y vuelve a poner el cuchillo en la caja.
Va a su habitación, y saca de arriba de un gran placar de madera, un bolso grande y marrón. En su cuarto no hay rastros de la noche anterior, como si ese espacio hubiese sido ajeno al descontrol de los invitados. Comienza a guardar en el bolso, algo de ropa, películas, cds. Se conecta con cada una de las cosas que toma, como si cada una de ellas lo trasportara a un lugar especial. Mira todo y llora, como si no fuese a volver por un largo tiempo.
Vuelve al living, se apoya sobre la mesa, toma una lapicera y papel y escribe: "te escribo para contarte lo difícil de este momento, hoy. No me hallo, no tengo idea de donde estoy. ¿Soy un artista? ¿Quien carajo soy?. Decidí irme de acá, aunque no se bien a donde. Siempre me gusto el mar, asique supongo que estaré en un lugar en un lugar tranquilo cerca del mar. Esos pueblos despoblados con los que siempre soñe. Tener una vieja bicicleta y recorrerlo todas las mañanas. No se, no quiero que esto parezca que estoy huyendo porque no es así. Me voy a tratar de encontrarme. Volveré. Te amo."
Deja la carta doblada sobre la mesa, y ve una foto colgada en la pared de cuando era chico. La agarra, llora de melancolía. Vuelve a tomar algo de cerveza caliente, se sienta y llora aun más. Invadido por la impotencia y en un desgarrado acto de furia, agarra uno de los vasos que había sobre la mesita ratona y lo estrella contra la pared. Luis se cae al piso, y se queda ahí tirado por un momento. Desvalido, llora aun más.
Luego se reincorpora, va hacia la habitación y busca el bolso. Cierra cada una de las ventanas. Se abriga, porque el frió afuera es crudo, y sale a la calle dispuesto a irse. La calle esta desolada, es capital. Nadie, se siente esa soledad trágica de las tardes de domingo. El reloj marca las diecinueve y minutos. Va hasta su auto desvencijado, pone el bolso en el baúl, se sube y mira todo indeciso. Ve la hora. Una iglesia. Se baja y vuelve a tomar el bolso en sus manos.
Entra nuevamente a su departamento, y se queda inmóvil observando todo tal cual lo había dejado hacia algunos segundos. Deja el bolso en el suelo, toma la carta y se mete en el baño. Frente al espejo se mira, se busca. Y una risa comienza a brotar de su interior, es casi inevitable, reírse de si mismo. Suena el teléfono.
-Ey boludo! ¿que haces? ¿vamos a comer a lo de Eugenio?
-Dale dale, me baño y voy.
Corta el teléfono. Se sienta en la cama, y mira la carta que aun sostiene en su mano. Se ríe aún más fuerte. Y se siente bien.
(c) Bruno Tignanelli, marzo 2010, Buenos Aires, Argentina.
Así se levantaba, Luis, Luisito ese domingo a eso de las dieciocho horas. Había dormido en el sillón del living de su departamento de dos ambientes, decorado con varios cuadros a medio terminar. Delante de él había un televisor, rodeado de películas desordenadas y una medita baja que demostraba que la anterior hubo gente bebiendo. Varios botellas vacías por todos lados. Vasos y copas, algunas con manchas de vino tinto y restos de cerveza. Luís se levanta mareado e invadido por esa extraña sensacion que produce el domingo a la tarde. Se sienta y mira a su alrededor. El reloj marca la proximidad de la hora diecinueve y, esa quietud típica de domingo arma el ambiente. Se reincorpora con un leve dolor de cabeza, toma un envase de cerveza abierto y empieza a tomar. Su mirada se llena de esa melancolía, tristeza y vació que deja una borrachera de sábado a la noche. Como puede, camina. va hacia la cocina, comienza a guardar unos vasos y vuelve con un palo y trapo para el piso. Sin embargo, al instante se da cuenta de que esta agotado o que simplemente no tiene ganas de ello.
Se vuelve a sentar, se agarra la cabeza, toma más cerveza, llora. Ve que dentro del cenicero, hay un cigarrillo o un porro apagado y lo enciende. Allí se queda un rato fumando, desconcertado. Cuando descubre en el piso de su living, una caja de pizza vacía. La abre, y toma de ella un cuchillo con restos de muzarella. Mantiene el cuchillo en su mano, y su mirada pasa de el a las venas d su brazo derecho, la idea que cortarse queda unos instantes en su cabeza, pero finalmente desiste y vuelve a poner el cuchillo en la caja.
Va a su habitación, y saca de arriba de un gran placar de madera, un bolso grande y marrón. En su cuarto no hay rastros de la noche anterior, como si ese espacio hubiese sido ajeno al descontrol de los invitados. Comienza a guardar en el bolso, algo de ropa, películas, cds. Se conecta con cada una de las cosas que toma, como si cada una de ellas lo trasportara a un lugar especial. Mira todo y llora, como si no fuese a volver por un largo tiempo.
Vuelve al living, se apoya sobre la mesa, toma una lapicera y papel y escribe: "te escribo para contarte lo difícil de este momento, hoy. No me hallo, no tengo idea de donde estoy. ¿Soy un artista? ¿Quien carajo soy?. Decidí irme de acá, aunque no se bien a donde. Siempre me gusto el mar, asique supongo que estaré en un lugar en un lugar tranquilo cerca del mar. Esos pueblos despoblados con los que siempre soñe. Tener una vieja bicicleta y recorrerlo todas las mañanas. No se, no quiero que esto parezca que estoy huyendo porque no es así. Me voy a tratar de encontrarme. Volveré. Te amo."
Deja la carta doblada sobre la mesa, y ve una foto colgada en la pared de cuando era chico. La agarra, llora de melancolía. Vuelve a tomar algo de cerveza caliente, se sienta y llora aun más. Invadido por la impotencia y en un desgarrado acto de furia, agarra uno de los vasos que había sobre la mesita ratona y lo estrella contra la pared. Luis se cae al piso, y se queda ahí tirado por un momento. Desvalido, llora aun más.
Luego se reincorpora, va hacia la habitación y busca el bolso. Cierra cada una de las ventanas. Se abriga, porque el frió afuera es crudo, y sale a la calle dispuesto a irse. La calle esta desolada, es capital. Nadie, se siente esa soledad trágica de las tardes de domingo. El reloj marca las diecinueve y minutos. Va hasta su auto desvencijado, pone el bolso en el baúl, se sube y mira todo indeciso. Ve la hora. Una iglesia. Se baja y vuelve a tomar el bolso en sus manos.
Entra nuevamente a su departamento, y se queda inmóvil observando todo tal cual lo había dejado hacia algunos segundos. Deja el bolso en el suelo, toma la carta y se mete en el baño. Frente al espejo se mira, se busca. Y una risa comienza a brotar de su interior, es casi inevitable, reírse de si mismo. Suena el teléfono.
-Ey boludo! ¿que haces? ¿vamos a comer a lo de Eugenio?
-Dale dale, me baño y voy.
Corta el teléfono. Se sienta en la cama, y mira la carta que aun sostiene en su mano. Se ríe aún más fuerte. Y se siente bien.
(c) Bruno Tignanelli, marzo 2010, Buenos Aires, Argentina.
jueves, 18 de marzo de 2010
Solos y drogas
Cuando Matías se habia dispuesto a dormir aquella noche, luego de cepillarse los dientes y aplicarse en la cara una crema, como parte de un tratamiento.
Matías, un chico de apenas veintiun años, que llego a Buenos Aires desde Catamarca a estudiar ingenieria en sistemas hace tres años atras. En sus ultimos meses, asumio ser homosexual y empezo a descubrir esta nueva estapa, pasando por catorce relaciones sexuales ocacionas sin animos de compromiso alguno. Hasta que esa madrugada de martes, las cosas cambiaron para él, y su perspectiva de un compromiso fue diferente. Casi sin pensar y automatico alentó una situcion, fuera de lo común.
Eran las dos y, el clima ya era adecuado para adentrarse en sueño. Pasados apenas tres minutos que el velador de Matías dejaba de iluminar la habitación, y ya no se podia ver la pila de ropa arrugada y revuelta sobre la cama contigua, que su hemano usá esporadicamente para dormir cuando esta en el país. En ese momento, el celular que estaba en la mesita de noche, vibró. el departamento de tres ambientes en el microcentro porteño, que comparte con su hermana Eugenia, que ahora se encontraba de viaje por el norte argentino, estaba vacio y en silencio. La vibración sobre el vidro que cubre la mesa, resonó por todo el espacio. "¿Estas despierto?", se podia leer en la pantalla azul. Estó puso en alerta al dueño de casa, que no tardo en afirmar que se encontraba despierto. Y allí comenzo una seguidilla de mensajes de texto, en uno de los cuales Matías contó que estaba solo y por dormirse. El otro, un chico de diecisiete años que vivia en Lanus, delgado y dueño de una simpatia capaz de enamorar al instante.
Alrededor de 15 días atrás, estos dos chicos habian empezado a chatear. Despues de un intercambio de fotos, las intenciones de conocerce se pusieron al descubeirto. Matías qudo obnubilado antes la belleza del más joven, el más joven tuvo una idea que pecaba de picara. Amante de la marihuana, le expreso su deseo de hacer el amor bajo esos efectos, que dscribió como sagrados. Matías, no muy convecido pero tentado antes semejante proposicion, aceptó.
A las dos cincuenta de la madrugada, la esquina de Viamonte y Reconquista estaba lejos de tener el habitual transito multitudinaro de cada tarde, tal vez uno podia distingir alguna que otra silueta a lo lejos o el ruido de unos pocos autos que pasaban por Alem. Desde una de las esquinas, con capucha gris sobre su cabeza, jens azul gastado y paso lento, aparecio este joven. Flaco, muy flaco, de razgos delicados y una sonrisa picara y cautivante. Matias salio a su encuentro. Beso en la mejilla, sonrisas y una pequeña caminata de media cuadra desolada y fria, que separaba a los chicos de la puerta del edificio.
Una vez adentro, el dueño de casa cuidadosamente le quito la capucha y emocionado dijo:
-Sos mucho mas lindo en persona, no peudo creer que despues de tantas horas de chat estes aca.
El chico se limito a sonreir, y cada vez que lo hacia cautivava aun más al dueño de la casa, que insitio en que se pusiera comodo, que disponian de la casa para los dos solos. Matias le ofreció algo para tomar, pero el más chico ya tenia algo en mente, y puso sobre las revistas de moda de la hermana que estaban en la la mesa ratona del living, cinco porros. Tal como había prometido en internet.
-Creo que esto va a mejorar las cosas. -Dijo suave el chico.
Matías bajo la tonalidad de las luces, prendio una vela de vainilla que habia sobre la mesa y creo el ambiente adecuado para que dos personas se enamoren. Fue y volvio de la cocina con una copa de vino y un encendedor, antes puso algo de musica instrumental. Ambos bebieron algunos sorbos de vino, y el más joven prendio el primer faso. Entre las primeras pitadas, le enseñó al dueño del departamento como mantener el humo en sus pulmones la mayor cantidad de tiempo posible, mientras le acariciaba el antebrazo. Última pitada al porro, y estos dos jovenes, como quien concreta algo que esperó hace mcuho, se fundieron en un beso apasaionado. No tardaron siqueira un minuto, en condimentar la situcion con las manos en el cuerpo del otro con suaves caricias. Besos con suma ternura en el cuello, los hombros y hasta en la punta de la nariz. Las dos bocas danzaban y se entendía a la perfección. Dos remeras sobre la alfombra roja que cubria el suelo, y los torsos descubiertos se frotaban con ansia.
El más chico detuvo la situación, y propuso continuar en la habitación y arrancar allí el segundo porro. Por un instante Matías dudo en continua fumando, dado que ya experimentaba una sensación desconocida que no sabia si podría controlar. Sin embargo, cedío ante la insistencia del joven risueño.
Recostados sobre la cama, en la que Matías apenas una hora atras iba a conciliar el sueño, prendieron el segundo cigarrillo.
-Ahora si!, mantene el humo en humo en los pulmones lo más que puedas, y vas a ver que bueno esta. -Imperiosamente acnsejaba el más joven, que a su vez le recordaba al dueño de casa dejar a mano los preservativos.
Última pitada del porro número dos, que casi sin darse cuenta, o cegado por la belleza de su conquista, Matías habias fumado practicamente el solo, que ya sentia dejar de ser dueño de sus movimientos y reia de casi todo lo que veia. Mientras tanto su invitado le robaba alguno que otro beso. Y una vez mas, impulsados por la pasión y las hormonas de su juvetud, empezaron a besarse. Los pantalones de ambos fueron a parar a pila de ropa que habia en la cama de al lado.
Los boxers dejaban ver dos erecciones notables. No dejaron parte alguna del cuerpo del otro sin reorrer y acariciar, incluso ambas lenguas recorrieron los cuerpos desnudos que, sin siquiera notarlo se habian trasladado a la habitacion de al lado. Y nuevamente, el más joven detuvo la pasión.
Salio del cuarto, y volvio con un tercer porro encendido en su boca al que le dio una pequeña pitada. Sonrio con ternura, y el paso el cigarro a Matías. Recostado sobre la falda de su invitado, fumba y fumaba.
El más chico, lo dejo recostado sobre la amplia cama de dos plazas de la hermana de sabanas blancas y, lo siguió insitando a terminar el cigarrillo, mientras buscaba su ropa. Ya con su ropa puesta le pidió al dueño de la casa, que poco entendia, que bajasen a un kiosko para comprar algunos chocolates. Matías, deseperadamente queria hacer el amor desbordado de exitación. Pero el más joven, insistió que la noche tenia muchas horas y si iban más lento lo difrutarías aun más. Como pudo, el dueño de casa, busco algo de ropa en la pila que habia sobre la cama que eventualmente su hermano usaba, y el otro escribia en su celular.
Bajaron el unico piso que los dividia de la puerta de salida a la calle, y despacio atravezaron el pasillo que los separaba. Matías, en su estado, sin poner atención alguna a lo que afuera sucedia, abrió enorme puerta de vidrio, y dos jovenes de más de veinticinco años cada uno entraron con brusquedad. Guiados por el unico invitado alli presente, entraron al departamentode tres ambientes que hacia escasos minutos habia sido guarida de una pasión. Uno de ellos, habia traido arrastrando casi sin dificultad al dueño de casa, que ató y amordazó en una de las sillas de la cocina.
En quince minutos o menos, cargaron en un viejo Sedan azul grisaceo en estado decadente , todo aquello de valor que a su paso encontraron en el departamento. El más joven, entro en la cocina, tomo las llaves de la mano de Matías, volvio a besarlo una vez más y salio.
(c), Bruno Tignanelli, Buenos Aires, Argentina 2010
Matías, un chico de apenas veintiun años, que llego a Buenos Aires desde Catamarca a estudiar ingenieria en sistemas hace tres años atras. En sus ultimos meses, asumio ser homosexual y empezo a descubrir esta nueva estapa, pasando por catorce relaciones sexuales ocacionas sin animos de compromiso alguno. Hasta que esa madrugada de martes, las cosas cambiaron para él, y su perspectiva de un compromiso fue diferente. Casi sin pensar y automatico alentó una situcion, fuera de lo común.
Eran las dos y, el clima ya era adecuado para adentrarse en sueño. Pasados apenas tres minutos que el velador de Matías dejaba de iluminar la habitación, y ya no se podia ver la pila de ropa arrugada y revuelta sobre la cama contigua, que su hemano usá esporadicamente para dormir cuando esta en el país. En ese momento, el celular que estaba en la mesita de noche, vibró. el departamento de tres ambientes en el microcentro porteño, que comparte con su hermana Eugenia, que ahora se encontraba de viaje por el norte argentino, estaba vacio y en silencio. La vibración sobre el vidro que cubre la mesa, resonó por todo el espacio. "¿Estas despierto?", se podia leer en la pantalla azul. Estó puso en alerta al dueño de casa, que no tardo en afirmar que se encontraba despierto. Y allí comenzo una seguidilla de mensajes de texto, en uno de los cuales Matías contó que estaba solo y por dormirse. El otro, un chico de diecisiete años que vivia en Lanus, delgado y dueño de una simpatia capaz de enamorar al instante.
Alrededor de 15 días atrás, estos dos chicos habian empezado a chatear. Despues de un intercambio de fotos, las intenciones de conocerce se pusieron al descubeirto. Matías qudo obnubilado antes la belleza del más joven, el más joven tuvo una idea que pecaba de picara. Amante de la marihuana, le expreso su deseo de hacer el amor bajo esos efectos, que dscribió como sagrados. Matías, no muy convecido pero tentado antes semejante proposicion, aceptó.
A las dos cincuenta de la madrugada, la esquina de Viamonte y Reconquista estaba lejos de tener el habitual transito multitudinaro de cada tarde, tal vez uno podia distingir alguna que otra silueta a lo lejos o el ruido de unos pocos autos que pasaban por Alem. Desde una de las esquinas, con capucha gris sobre su cabeza, jens azul gastado y paso lento, aparecio este joven. Flaco, muy flaco, de razgos delicados y una sonrisa picara y cautivante. Matias salio a su encuentro. Beso en la mejilla, sonrisas y una pequeña caminata de media cuadra desolada y fria, que separaba a los chicos de la puerta del edificio.
Una vez adentro, el dueño de casa cuidadosamente le quito la capucha y emocionado dijo:
-Sos mucho mas lindo en persona, no peudo creer que despues de tantas horas de chat estes aca.
El chico se limito a sonreir, y cada vez que lo hacia cautivava aun más al dueño de la casa, que insitio en que se pusiera comodo, que disponian de la casa para los dos solos. Matias le ofreció algo para tomar, pero el más chico ya tenia algo en mente, y puso sobre las revistas de moda de la hermana que estaban en la la mesa ratona del living, cinco porros. Tal como había prometido en internet.
-Creo que esto va a mejorar las cosas. -Dijo suave el chico.
Matías bajo la tonalidad de las luces, prendio una vela de vainilla que habia sobre la mesa y creo el ambiente adecuado para que dos personas se enamoren. Fue y volvio de la cocina con una copa de vino y un encendedor, antes puso algo de musica instrumental. Ambos bebieron algunos sorbos de vino, y el más joven prendio el primer faso. Entre las primeras pitadas, le enseñó al dueño del departamento como mantener el humo en sus pulmones la mayor cantidad de tiempo posible, mientras le acariciaba el antebrazo. Última pitada al porro, y estos dos jovenes, como quien concreta algo que esperó hace mcuho, se fundieron en un beso apasaionado. No tardaron siqueira un minuto, en condimentar la situcion con las manos en el cuerpo del otro con suaves caricias. Besos con suma ternura en el cuello, los hombros y hasta en la punta de la nariz. Las dos bocas danzaban y se entendía a la perfección. Dos remeras sobre la alfombra roja que cubria el suelo, y los torsos descubiertos se frotaban con ansia.
El más chico detuvo la situación, y propuso continuar en la habitación y arrancar allí el segundo porro. Por un instante Matías dudo en continua fumando, dado que ya experimentaba una sensación desconocida que no sabia si podría controlar. Sin embargo, cedío ante la insistencia del joven risueño.
Recostados sobre la cama, en la que Matías apenas una hora atras iba a conciliar el sueño, prendieron el segundo cigarrillo.
-Ahora si!, mantene el humo en humo en los pulmones lo más que puedas, y vas a ver que bueno esta. -Imperiosamente acnsejaba el más joven, que a su vez le recordaba al dueño de casa dejar a mano los preservativos.
Última pitada del porro número dos, que casi sin darse cuenta, o cegado por la belleza de su conquista, Matías habias fumado practicamente el solo, que ya sentia dejar de ser dueño de sus movimientos y reia de casi todo lo que veia. Mientras tanto su invitado le robaba alguno que otro beso. Y una vez mas, impulsados por la pasión y las hormonas de su juvetud, empezaron a besarse. Los pantalones de ambos fueron a parar a pila de ropa que habia en la cama de al lado.
Los boxers dejaban ver dos erecciones notables. No dejaron parte alguna del cuerpo del otro sin reorrer y acariciar, incluso ambas lenguas recorrieron los cuerpos desnudos que, sin siquiera notarlo se habian trasladado a la habitacion de al lado. Y nuevamente, el más joven detuvo la pasión.
Salio del cuarto, y volvio con un tercer porro encendido en su boca al que le dio una pequeña pitada. Sonrio con ternura, y el paso el cigarro a Matías. Recostado sobre la falda de su invitado, fumba y fumaba.
El más chico, lo dejo recostado sobre la amplia cama de dos plazas de la hermana de sabanas blancas y, lo siguió insitando a terminar el cigarrillo, mientras buscaba su ropa. Ya con su ropa puesta le pidió al dueño de la casa, que poco entendia, que bajasen a un kiosko para comprar algunos chocolates. Matías, deseperadamente queria hacer el amor desbordado de exitación. Pero el más joven, insistió que la noche tenia muchas horas y si iban más lento lo difrutarías aun más. Como pudo, el dueño de casa, busco algo de ropa en la pila que habia sobre la cama que eventualmente su hermano usaba, y el otro escribia en su celular.
Bajaron el unico piso que los dividia de la puerta de salida a la calle, y despacio atravezaron el pasillo que los separaba. Matías, en su estado, sin poner atención alguna a lo que afuera sucedia, abrió enorme puerta de vidrio, y dos jovenes de más de veinticinco años cada uno entraron con brusquedad. Guiados por el unico invitado alli presente, entraron al departamentode tres ambientes que hacia escasos minutos habia sido guarida de una pasión. Uno de ellos, habia traido arrastrando casi sin dificultad al dueño de casa, que ató y amordazó en una de las sillas de la cocina.
En quince minutos o menos, cargaron en un viejo Sedan azul grisaceo en estado decadente , todo aquello de valor que a su paso encontraron en el departamento. El más joven, entro en la cocina, tomo las llaves de la mano de Matías, volvio a besarlo una vez más y salio.
(c), Bruno Tignanelli, Buenos Aires, Argentina 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010
La puerta del placard
Y se encontraron en una esquina porteña, desolada a la madrugada.
Uno rubio de ojos verdes, un cuerpo trabajado durante horas y años en el gimnasio, el otro mas delgado y asustado, morocho de rasgos aniñados. Hermoso los dos. Luego de semanas de chat y fotos... y porqué no alguna vez una masturbación mutua delante de la webcam. El encuentro era inevitable, pero su desenlace podría salír del mejor libreto de ficción dramática que jamas hubiéremos imaginado.
Cuando se vieron estaban aquella madrugada en el barrio de Caballito -precisamente en primera junta- estaban nerviosos e indecisos. Ni un alma sobre volaba la Avenida Rivadavia, solo estos dos hermosos chicos de veinte y veintidos años que planeaban un encuentro sexual.
Luego de las cortesías de costumbre, subieron al departamento de Lucio; dos ambientes estratégicamente organizados. Dos vasos de coca cola con bastante hielo, y la charla entre ambos empezaba de a poco a fluir. Primeras veces, antiguos encuentros, salidas, amigos, carreras, los temas de rigor para romper el hielo. El dueño de casa aspirante a arquitecto en la univesidad de Buenos Aires, el otro, el morocho mas flaco trabajaba en un call center vendiendo productos en el mercado español y estaba a punto de abandonar sus estudios en analista de sistemas.
Lucio, el rubio de abdominales casi perfectos, que tenia una mirada intrigante en sus razgados ojos verdes. Aceleró el encuentro carnal cuando, en un subito impulso, acerco la boca a la de su invitado. No tardaron mas de 10 minutos en friccionar sus cuerpos y quedar erectos los dos...
Las manos de ambos rozaban cada una de las partes del cuerpo que tenían apretado contra el suyo, especiealmente en los sexos. Aquella noche explotaban las hormonas. El sudor comenzó a recorrerlos, y la ropa pedia a gritos que al dejasen caer al suelo... Los tres primeros botones de la camisa de lucio se desprendieron. La lengua de su invitado empezó a dibujarle los pezones ya endurecidos por la exiatcion. En ese momento...
como invadido por una extraña sensación de culpabilidad y desprecio, Lucio le pidió a su ultima conquista que por favor se retirara de la casa, y que se fuera por la puerta de su habitación así los vecinos, a la mañana siguiente no tendrían comentario alguno que hace al respecto. El chico desconcertado. Sin embargo cumplio la orden. Se dirigió a la habitación pero allí no encontró mas que un placard, una pequeña ventana, la cama desecha y una mesita de luz.
-Acá no hay una puerta por donde pueda irme.
-¿Como que no? ¿y la del placard? Andate por ahí. -Le ordenó imperiosamente señalando la puerta del placard.
Estaba obligandolo a que se fuera por la misma puerta del lugar donde él colgaba sus camisas. Ante el desconcierto y la negativa del chico, Lucio comenzó a perder la paciencia. Con cada vez mas ímpetud empujaba al chico a salir por ese lugar por el que ningun ser racional usaría para salir de un departamento.
Evidentemente alterado, y sin esa cara de ángel de ojos tiernos que mostraba hacia solamente unos minutos , saco un revólver y, apuntando hizo retroceder al chico hasta meterlo en el placard, como si estuviese convencido de que podria marcharse por allí. Las negativas y los intentos por hacerlo "entrar en razón" fueron en vano. De pornto, lo miró fijamente y disparó. Una bala se introdujo en la pierna derecha del chico que, completamente invadido por el miedo, abrió la puerta del viejo placard y se acomodó allí dentro, entre unas camisas arrugadas y una valija negra.
Veinte minutos más tarde, Lucio entró con una taza de té negro en la mano. Abrió la puerta de su placard y comprobó que su ultima conquista continuaba allí, sosteniendo su pierna empapada en sangre Una vez más, empuño la pistola y le apunto.
-¿Todavia seguís acá?"
Y, sin darle tiempo a responder, gatilló tres disparos certeros. la sangre enrojeció el piso. El chico quedó allí, mirandolo, con los ojos de vidrio.
Lucio, dejo su taza de té en la mesa de luz y, recuperando la belleza que tenia antes del incidente, anotó en un cuaderno azul el numero "16".
(c), Bruno Tignanelli, Buenos Aires, Argentina, 2010
Uno rubio de ojos verdes, un cuerpo trabajado durante horas y años en el gimnasio, el otro mas delgado y asustado, morocho de rasgos aniñados. Hermoso los dos. Luego de semanas de chat y fotos... y porqué no alguna vez una masturbación mutua delante de la webcam. El encuentro era inevitable, pero su desenlace podría salír del mejor libreto de ficción dramática que jamas hubiéremos imaginado.
Cuando se vieron estaban aquella madrugada en el barrio de Caballito -precisamente en primera junta- estaban nerviosos e indecisos. Ni un alma sobre volaba la Avenida Rivadavia, solo estos dos hermosos chicos de veinte y veintidos años que planeaban un encuentro sexual.
Luego de las cortesías de costumbre, subieron al departamento de Lucio; dos ambientes estratégicamente organizados. Dos vasos de coca cola con bastante hielo, y la charla entre ambos empezaba de a poco a fluir. Primeras veces, antiguos encuentros, salidas, amigos, carreras, los temas de rigor para romper el hielo. El dueño de casa aspirante a arquitecto en la univesidad de Buenos Aires, el otro, el morocho mas flaco trabajaba en un call center vendiendo productos en el mercado español y estaba a punto de abandonar sus estudios en analista de sistemas.
Lucio, el rubio de abdominales casi perfectos, que tenia una mirada intrigante en sus razgados ojos verdes. Aceleró el encuentro carnal cuando, en un subito impulso, acerco la boca a la de su invitado. No tardaron mas de 10 minutos en friccionar sus cuerpos y quedar erectos los dos...
Las manos de ambos rozaban cada una de las partes del cuerpo que tenían apretado contra el suyo, especiealmente en los sexos. Aquella noche explotaban las hormonas. El sudor comenzó a recorrerlos, y la ropa pedia a gritos que al dejasen caer al suelo... Los tres primeros botones de la camisa de lucio se desprendieron. La lengua de su invitado empezó a dibujarle los pezones ya endurecidos por la exiatcion. En ese momento...
como invadido por una extraña sensación de culpabilidad y desprecio, Lucio le pidió a su ultima conquista que por favor se retirara de la casa, y que se fuera por la puerta de su habitación así los vecinos, a la mañana siguiente no tendrían comentario alguno que hace al respecto. El chico desconcertado. Sin embargo cumplio la orden. Se dirigió a la habitación pero allí no encontró mas que un placard, una pequeña ventana, la cama desecha y una mesita de luz.
-Acá no hay una puerta por donde pueda irme.
-¿Como que no? ¿y la del placard? Andate por ahí. -Le ordenó imperiosamente señalando la puerta del placard.
Estaba obligandolo a que se fuera por la misma puerta del lugar donde él colgaba sus camisas. Ante el desconcierto y la negativa del chico, Lucio comenzó a perder la paciencia. Con cada vez mas ímpetud empujaba al chico a salir por ese lugar por el que ningun ser racional usaría para salir de un departamento.
Evidentemente alterado, y sin esa cara de ángel de ojos tiernos que mostraba hacia solamente unos minutos , saco un revólver y, apuntando hizo retroceder al chico hasta meterlo en el placard, como si estuviese convencido de que podria marcharse por allí. Las negativas y los intentos por hacerlo "entrar en razón" fueron en vano. De pornto, lo miró fijamente y disparó. Una bala se introdujo en la pierna derecha del chico que, completamente invadido por el miedo, abrió la puerta del viejo placard y se acomodó allí dentro, entre unas camisas arrugadas y una valija negra.
Veinte minutos más tarde, Lucio entró con una taza de té negro en la mano. Abrió la puerta de su placard y comprobó que su ultima conquista continuaba allí, sosteniendo su pierna empapada en sangre Una vez más, empuño la pistola y le apunto.
-¿Todavia seguís acá?"
Y, sin darle tiempo a responder, gatilló tres disparos certeros. la sangre enrojeció el piso. El chico quedó allí, mirandolo, con los ojos de vidrio.
Lucio, dejo su taza de té en la mesa de luz y, recuperando la belleza que tenia antes del incidente, anotó en un cuaderno azul el numero "16".
(c), Bruno Tignanelli, Buenos Aires, Argentina, 2010
viernes, 12 de marzo de 2010
Buen inicio!
Mi blog, mi propio blog. Considero que seria inapropiado, no empezar estas hojas blancas dando la pauta de lo que será, auqneu pensandolo mejor, no se que será de esto.
Aca estoy, soy Bruno, y voy a rellenar este espacio con las cosas que se decir, y creo que me se quejar, es una de las razones por las que empecé a estudiar periodismo. Denunciar cada una de las cosas que no anden bien en el mundo, va a ser como mi diario independendiente.
Además, soy hiper sencible, o al menos lo dice mi psicologa, asique relataré ancdotas junto a amigos, cosas que em pasen en la calle todos los días, proque no alguna historia con contenido sexual.
En fin espero tener mcuho que decir, pero antes de dar pro iniciado mi espacio. Gracias Lukas, que aunque no se quein sos, te convertiste en el responsable de este espacio mmm digamos creativo.
Saludos y buen comienzo para mi.
(El temita del ego lo disutimos en otra secion)
Brunito
Aca estoy, soy Bruno, y voy a rellenar este espacio con las cosas que se decir, y creo que me se quejar, es una de las razones por las que empecé a estudiar periodismo. Denunciar cada una de las cosas que no anden bien en el mundo, va a ser como mi diario independendiente.
Además, soy hiper sencible, o al menos lo dice mi psicologa, asique relataré ancdotas junto a amigos, cosas que em pasen en la calle todos los días, proque no alguna historia con contenido sexual.
En fin espero tener mcuho que decir, pero antes de dar pro iniciado mi espacio. Gracias Lukas, que aunque no se quein sos, te convertiste en el responsable de este espacio mmm digamos creativo.
Saludos y buen comienzo para mi.
(El temita del ego lo disutimos en otra secion)
Brunito
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