martes, 3 de agosto de 2010

El David de Miguel Angel.

Como estas? hace más de tres meses que no chateabamos.
Eso se podía leer en la pantalla de la computadora de Martín. Era el comienzo de una conversación que lo llevaría a su más sádico final. Tres meses atrás era el tiempo en el que estos dos chicos no habían mantenido ningún tipo de contacto en el chat. Pero antes de eso, habían logrado incurcionar en algunos detalles de la vida privada de cada uno. Martín (20) era le menor de 3 hermanos, que vivían junto a su madre en un departamento en al calle Conesa en Colegiales. Era estudiante de psicología de la Uba, y su vida social se reducía a sus tres amigas lesbianas que había conocido el año anterior. Facundo tenia 24 años, dueño de una de las sonrisas más perfecta que cualquiera de nosotros pueda encontrar, un cuerpo trabajado hasta en su más mínimo detalle. Casi como si Miguel Ángel hubiese vuelto para esculpir un cuerpo humano. Nunca quedo en claro durante las conversacion que mantuvo con Martín que era lo que hacia de su vida. Había quedado confuso, ya que la mayor parte del tiempo la charla había girado en torno a la pésima relación que Martín tenia con su madre y las horas que facundo pasaba entrenando. Una noche el más joven de los dos había quedado obnubilado ante la simagenes que la cámara web reproducía. Facundo posaba desnudo y se masturbaba para él. Y martín con esas imagenes en la cabeza, quería apresurar como sea el inminente encuentro que venían planeado tener. Por varias situaciones de la vida, que no viene al caso, los dos chicos abandonaron por tres meses la conversacion que noche a noche esperaban. Pero el destino no los había abandonado. Más emocionado que otras veces, Martín estaba deseoso de poder concretar un encuentro con ese cuerpo perfecto, que cada noche invadía su pensamiento antes de acostarse y le producía una erección inminente.Ambos tenían compromisos para ese viernes a la noche. Sin embargo facundo tuvo la idea de encontrarse a las cinco treinta de la madrugada en una esquina de palermo, luego que cada uno cumpliese con sus amigos. La hora del desayuno sonaba deliciosa para ambos, sexo antes de acostarse era tentador.
Cinco menos cuarto el teléfono celular de facundo tenia un mensaje que decía "Estoy en la camioneta de mi vieja, paso por vos 5.30 decime por dnd?". "Paraguay y Scalabrini". Cinco minutos pasadas las y media la camioneta con cupula trasera frenó en la esquina, y en esa subió Facundo. Dieron algunas vueltas por Palermo. Martín propuso pasar un rato por el río, en el que estuvieron menos de quince minutos. Y ya en el momento que las hormonas de Martín estaban a punto de hacerlo estallar, escucho lo que el mismo pensaba y no se animaba a decir: "vamos a un telo o la parte trasera de tu camioneta es mas tentadora?". Y la parte de atrás del utilitario se convirtió en un hotel de transito económico. Estacionado frente al río. Dos acolchados que Martín había puesto la noche anterior sirvieron de colchón. El cuerpo que tanto había imaginado por fin estaba delante suyo. Podía besarlo, acariciarlo, pasarle la lengua cuantas veces quisiera. Las hormonas revolucionadas de martín no lo dejaban pensar sus acciones, en cambio facundo estaba más relajado, dejaba que el más chico hiciera de el lo que quisiera. A excepción de penetrarlo, esa ya lo había pensado hacer él. Luego de un rato, cansado Facundo de que la lengua de Martín recorriese su cuello, abdomen y sexo, bruzcamente lo tomo entre sus brazos. Lo puso boca abajo e hizo que Martín gozara de un placer que hacia mucho tiempo no sentía. Acabron su desborde de placer en el pecho de Martín que encontró la remera de una amiga para limpiarse.
Facundo pidió manejar, con la idea de llevarlo a Martín a un lugar que iba a gustarle mucho. Preso de un placer absoluto accedió. La camioneta avanzó y avanzó hasta cruzar un puente que une Capital Federal con la provincia de Buenos Aires. Martín empezaba preocuparse por las zonas que su camioneta gris atravesaba. Cada cuadra era más oscura y peligrosa. Y las advertencia de Facundo, de que se quedara tranquilo que todo estaba bien lo alteraban aun más. Con lágrimas en sus ojos insistió que regresaran, pero la respuesta del mayor de los dos fue contundente: "ya no hay vuelta, vos bajas acá puto". Un par d golpes en la cabeza de Martín lo hicieron salir de su camioneta, que ahora la veía alejarse a gran velocidad. El regreso a Colegiales seria ahora una terrible travesía.

Bruno Tignanelli (c) Buenos Aires, Argentina Agosto 2010

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