viernes, 5 de noviembre de 2010

Extraños

Era viernes y me despete en medio de la noche. Sudado por una pesadilla que interrumpio mi sueño. El despertador en mi mesa de luz marcaba las 23. Me había quedado dormido luego un dia pesado de trabajo. En apenas una hora el viernes pasaria a sabado y necesitaba salir un poco de mi casa. Hacia 7 meses que vivia solo, y tanta soledad me agobiaba. La ciudad era nueva para mi al igual que su gente. Muy grande y llena de lugares oscuros comparados con el pueblo del que había llegado.
Antes de darme una ducha y quitar de mi cuerpo la humedad sudorosa encendi la computadora. Sali con una toalla en la cintura y el pelo que aun goteaba. Una ventana titilante naranja me avisaba que "Juan23" me estaba hablando. No lo conocia en persona pero su sola imagen me enloquecia. La noche recien podia comenzar, yo estaba solo en una ciudad inmensa y tenia delante de mi la posibilidad de salir con un chico hermoso. El mundo era mio. Solo restaba elegir el lugar, porque las ganas de conocernos ya estaban escritas.
El corazón de una plaza fue su propuesta, desde fijariamos rumbo. 12.30 del sabado y alli estaba impecable con una camisa blanca como dibujada en su cuerpo tallado a mano y unos jens que detras marcaban una cola perfecta que sin tocarla daba cuenta de ser dura. Camine hasta su encuentro y mi sangre se aceleraba con cada paso en mis venas. Juan? Andres?... un beso casi tierno en la mejilla, y sin rumbo nos dejamos llevar.
No dejaba de habla. Berborragico. Yo paciente escuchaba atento cada palabra suya auque por momentos me perdia. Sus palabras salian una detras sin ninguna pausa, como si ni siqueira respiraba. La ciudad cambiaba, sus luces eran diferentes. Doblamos en una calle que yo desconocia. Desde la plaza ya desconocia la zona. No tenia importancia, me sentía seguro al lado de Juan. La calle se volvi cada vez más oscura. Quise detenerme y tratar de besarlo. Se resistió. Me sentí feo, y entonces pensé porque caminaba conmigo todavía. La respuesta llego enseguida. Frenamos al lado de un auto, creo que era bordo. Mucho no recuerdo. Sentí un golpe sobre mi cabeza y el pavimento que chocaba contra mi cara. Cuatro o cinco manos tocaban mi cuerpo que estaba tendido sobre la calle. Piernas, muchas. Uno me quito la campera. El auto bordo arranco.
De repente nadie sobre la calle. Un horrible gusto a sangre en mi boca. Quise pedir ayuda pero no me anime. Quede un rato tendido. Despacio me sente en el cordon de la calle y llore más de media hora.

jueves, 14 de octubre de 2010

El amigo

Tal vez si hubiese seguido las reglas al pie de la letra mi destino hubiese sido otro. O si hubiese escuchado esas veces que una y mil veces me dijeron que, tener sexo a los 15 años no es recomendable. Aunque yo siempre creí que los adultos que te daban este tipo de consejos solo era porque ellos se perdieron varios años de placer en su vida, y bien resentidos pretendían que nosotros también lo hiciéramos. De todas formas no medí riesgo alguno hasta ese mediodía en el que perdí la vida.
El jueves a la noche mientras terminaba algunos deberes de matemática que debía entregar al otro día en el colegio, conocí a Ezequiel en una sala de chat. No es que entre seguido a chatear, pero cada tanto a la noche lo hacía para ver si conocía a alguien que valiese la pena. Con Ezequiel tuve suerte, pase más de cuatro horas hablando con él. Tenia veintiún años (siempre me gustaron un poco más grandes), trabajaba con el padre en una maderera en Temperley. Después de que me pasara algunas fotos, de las que me enamore en seguida, me invitó a que al otro día luego que yo saliera del colegio fuese a su casa. Sus padres no estaban. A mí un poco de miedo me daba, además tenia que tomar un tren (yo vivía en Palermo) y mucha idea no tenía. Pero bueno las imagenes de Ezequiel en pantalla eran motivo más que suficiente para arriesgarse un poco. Sobre todo una de ellas en la que estaba parado en el borde de una pileta a punto de meterse. El abdomen casi perfecto como me gustan a mi, no exesivamente trabajado pero si un poco. Las dos lineas que bajaban a la zona pubica exitaban. Su cuerpo era armonico al igual que su rostro. Una nariz pequeña, acompañada de una sonrisa picara y el pelo casi rubio enmarañado. Dado ese panorama no pude negarme a aceptar su invitación.
Sali del colegio, ya le habia advertido a mi madre que pasaría la tarde en lo de Lucas, y convine los subtes de forma tal que terminase en Constitución. Nunca habia estado allí. Mi uniforme del colegio lo delataba. A pesar de mi estado nervioso continuo. Pense que mi recompenza esa tarde valdria el esfuerzo. El viaje en tren duraria aproximadamente treinta minutos. Durante el recorrido nunca dejaron de pasar vendedores de toda clase de cosas, panchos, relojes, musica. No compre nada. Cuando bajase en la estación tenia que caminar una cuadra y en medio de la plaza Ezequil me estaria esperando. Lo iba a reconocer por una gorra blanca nike que llevaria puesta. De todas formas eso era innecesario, si imagen nunca iba a desprenderse de mi retina. Llegue a la plaza y habia muy poca gente. Ezequiel no estaba. Le mande un mensaje. A los pocos segundo mi celula sonó, era él. Mi respiracion se entrecortaba, estaba más nervioso que nunca. Ezequil me explicaba que se le habia echo tarde, que estaba cerrando el negocio proque el padre no estaba y que me iba a pasar a buscar un aigo suyo y me llevaria hasta alla, que no me preocupara por nada. Corte. La situacion me puso mucho más nervioso. No sabia si volver a la estacion y tomarme el tren de regreso o esperar a su amigo. Ahora si no estaba seguro, pero tal lejos habia llegado que un poco más no me haria daño alguno. Pasaron cinco minutos y de un Ranault 12 azul bajó un hombre que caminó hasta dodne me encontraba yo. Se presentó y dijo ser Victor, un amigo de Ezequil de la maderera. Él me llevaría hasta la casa de Eze. Victor era gordo, rondaria los cuarenta años y su apecto a simple vista era desagradable. Pero pense que si solo me serviria de remis, no habría nada de malo. Asique subo al auto. Apenas cerro la puerta y puso en marcha el vehiculo, acaricio mi pierna y dijo que yo me veía muy bien. Arranco y manejo por más de treinta cuadras. Me empece a preocupar. Victor no dejaba de hablar de cosas sexuales. Era gay. En le momento que quiso saber en como yo se la chuparía a Ezequil, me asuste de verdad. Casi al borde de la desesperacion le pedi que me bajara con lagrimas en los ojos. Victor insistió en que solo faltaban un par de cuadras, que nada iba a pasarme. El auto estacionó en la fondo de una casa. Sobre el barro. Llegamos a casa, Ezequiel te espera adentro. El miedo me invadió por completo. Me tomó del brazo y con bruzquedad me metió dentro de su propia casa. Por supuesto a esta altura ya sabia que Ezequiel no existia, y pensaba en lo idiota que habia sido. Victor me empujo sobre la cama, como yo no paraba de moverme y gritar me amordazó. Me quito toda la ropa casi desgarrandola y me ató pies y manos. Quede inmóvil, aterrado. La boca del gordo llena de baba empezaba a recorrer mi cuerpo desnudo. El cuello, la panza, el sexo. Me puso de espalda y su lengua babosa jugo en mi ano. Y un dolor enorme se apodero de mi. Su pene me había entrado en mi cuerpo. El cuerpo gordo y desagradable me aplastaba. Casi no podia respirar. Perdí el conocimiento.
Desperté en la cama de un hospital y la cara de mi madre desde arriba llena de lagrimas decian todo lo que estaba pensando. Del gordo nunca más supe nada. Ojala este muerto, auqnue no creo que así sea.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Mi primer historia de amor homosexual

Hace cuatro años fue la primera vez que hice el amor. Y ese mismo día mi mamá iba a proihibirme de la peor manera ser homosexual.
Hacia algunos meses que había conocido por chat a un chico, se llamaba Gerardo. A pesar que le lo negaba para mi, ante mis ojos era un ser humado extremadamente bello. El pelo lleno de rulos generalmente enmarañado, dos ojos verdes grandes y penetrantes que cada vez que me hablaba los clavaba directamente en los mios. Su cuerpo, si bien nunca hasta ese día lo había podido ver desnudo, daba cuenta de ser muy armónico, y si duda esa sonrisa perfecta que mostraba cosntantemente llegaba a cautivarme todo el tiempo. Sin embargo yo a su lado me sentía feo. Sentía que nada en mi estaba bien, mi pelo no tenia forma alguna, mis ojos igual a los de todos. nada se destacaba en mi. Aunque Gery, en cada oportunidad que podía me recordaba lo mucho que yo le gustaba. Y eso en algún sentido a mi me tranquilizaba. Existía alguien en le mundo que me veía lindo, o que al menos decía que había cosas lindas en mi.
Esos tres primeros meses de conocerlo nunca me los voy a poder olvidar. Y mucho menos la primea vez que nos vimos. Me acuerdo cuando leí en la pantalla de mi pc, estoy aburrido vamos al rió?, no dude un segundo. Aunque esa media hora de bañarme y decidir que ponerme fue letal. Al final me decido por una camisa escosesa celeste y un jaén que siempre pensé que se bien muy bien en mi. El ya estaba sentado en un banco de la costanera. Cuando lo vi quede duro. No me animaba a acercarme. En algún momento pensé en irme. Fui. Creo que lo primero que le dije fue que sus fotos mentía porque en persona era mucho mas lindo. Siempre voy a estar arrepentido de esas palabras. Un idiota me siento al acordarme. Una vez le conté sobre eso y ni se acordaba lo que yo le había dicho. Confeso haber estado muy nervioso. Aunque mucho no le creía, era una persona muy segura en todo momento.Esa tarde nos quedamos un millón de horas juntos. No exagero, así fue. Me sentía muy bien, era la primera vez en mi vida que podía ser gay. Nadie me juzgaba, ni se iba a reír de mi. Sus sonrisas para mi eran un gran refugio. Sin embargo volví a casa desilucionado porque no nos habíamos besado. Incluso llegue a pensar que no quería volverme a ver.
Y no fue así. El banco de la costanera se volvió por semanas el único lugar del planeta que tenia sentido. Varias veces mas nos vimos allí. Ese día se largo a llover cuando estábamos mirando los patos en el río. Corrimos de la mano debajo de un árbol. Me beso. El mundo de repente se detuvo. Una sensacion extraña me invadía. Besar. Mi cabeza no podía relajarse. Me sentía muy bien. Feliz. Me aparto, me miro a los ojos y esbozo esa sonrisa tan hermosa que tenia. Yo quede como un tarado apoyado contra le árbol, sin saber que hacer. Sonreí también.
Otra vez la vuelta a mi casa con mi cabeza pensando millones de cosas. Siempre quise saber como controlar esos pensamientos. Llegue a creer que como yo besaba mal él no iba a querer volveme a ver. Pero otra vez mi equivocación.
Ya el banco de la costanera había quedado como un hermoso recuerdo, que por cierto todavía cada vez que lo veo me revuelve el estomago. Nuestras salidas era constantes. Cada rincón vació que encontrábamos en la ciudad lo usábamos para besarnos. Nunca en mi vida había sentido un gusta tan delicioso en mi boca. Su boca. Su boca era algo inexplicable. No la podía separa de la mía por momentos. Íbamos al cine, las películas pasaban y nosotros dos ni enterados. Se movía por la vida sin miedo alguno. Yo por momentos pensaba en mis familia y mis amigos.
Una tarde estábamos sentados en un parque lleno de gente y me beso. Me sentí observado. Como si todos los ojos de la plaza se clavaban en lo que hacían estos dos putos. Gerardo me hizo ver y nadie había puesto atención. Eramos dos más del mundo. De a poco podía relajarme más. Estaba enamorado y eso me daba valor. Para lo que sea. Esa tarde en la plaza hablamos de sexo. Por supuesto Gery ya lo habia tenido. Yo, virgen. Le conté que un poco de miedo me daba, pero con le estaba dispuesto. Le dije que el lunes a la mañana mi casa quedaba sola. Yo estaba de vacaciones en el colegio y todos en mi familia trabajan. Que llegara a eso de las nueve.
Ocho treinta de la mañana escuche desde mi habitación como cerraban la puerta de calle. La casa sola. Solos el y yo. Nervios. Me cambie rápido, ordena algunas cosas del cuarto e hice la cama. La cama. Casi era el horario. No podía dejar de ir hasta la ventana de casa a espiar su llegada. Como la estaba justo en la esquina no podía saber de que lado llegaba. Golpe en la puerta. Abro. Allí estaba parado con su sonrisa infalible. Casi no me deja cerrar la puerta que me estampo con un beso contra la pared. Ese beso y nuestros cuerpos casi, casi formando uno solo dijeron mucho mas. Representaban el tiempo que ambos esperábamos un momento así. Lo agarre de la mano y lo lleve a mi habitación. Gerardo se me echo encima y caímos sobre la cama recién echa. Todo era con una furia tierna. Nuestros sexos enseguida levantaron. Su boca empezó a recorrer mi cuello. Esa sensacion me dejaba sobre las nubes. Me quito al remera, y miestras su mano me agarraba con fuerza la entrepierna, me mordía una de las tetillas. Me puso boca arriba. Se sentó sobre mi sexo erecto. Se quito su remera, y su cuerpo era tal como lo había imaginado. Pectorales y abdomen marcados levemente. Lampiño. En un revuelo que ya ni recuerdo toda nuestra ropa quedo sobre una silla y el suelo. Desnudos. Nuestros cuerpos se frotaban el uno al otro suavemente. Mi boca bajo y mi lengua empezó a recorrer su entrepierna, luego el glande, el tronco hasta introducírmela dentro de mi boca. Adentro y afuera varias veces. Gerardo gemía un poco y eso provocaba en mi mas ganas de seguir. Me levanto. Otra ves su boca y la mía juntas. Me puso contra la puerta de espalda. Tomo uno de los preservativos que había dejado sobre mi escritorio y se lo puso. Mientras me besaba la parte de atrás del cuello, yo empezaba a pensar en que si iba a sentir algún dolor. Pero tanto deseaba tenerlo dentro mio, que no dije nada. Mi primer gemido fue de dolor, pero así mismo quería que continuara. Gerardo estaba dentro mio. Eso era todo lo que yo estaba deseado. Sus movimientos de pelvis suaves parecían un millón de caricias juntas. Placer. Nunca había creído que el placer fuera tan maravilloso. Se quito el preservativo. Me beso y nos acostamos mirándonos mutuamente. Nos tomo a ambos con una mano y nos masturbo suavemente hasta que me abdomen se lleno del semen de ambos. Me quise quedar así toda la vida.
En el momento que abría la ducha sentí que la puerta del living se abría. Pánico. Mi madre entraba hablando por teléfono. Que podía hacer. Como engañarla. Yo envuelto en un toallon. Ella me saludo y entro en la cocina. Le pedí a Gerardo que no saliera del baño. El risueño como siempre entro a ducharse. Yo sentado sobre el inodoro pensaba que hacer. Por donde huir. Espié con la puerta entre abierta como mamá entraba en su habitación. Gerardo ya seco corrió a mi habitación para al menos poder ponerse su ropa. No salgas de ahí dentro. Cuando entre en la cocina escuche el grito de mi madre que había entrado a hablarme y lo había encontrado semi desnudo. Gerardo trataba de calmarme. Ella me gritaba que yo estaba enfermo. Que no podía creer lo que estaba viendo. Me dio vergüenza. Le pedí a Gerardo que se fuera, que yo después lo llamaría. Pero mamá impidió eso. De ninguna manera, de acá no sale nade hasta que me expliquen. Quien sos, que hacían. No me pude contener más y le dije que si, que era gay y acababa de hacerlo. Me arrepiento de haber sido tan impulsivo. Ella enloqueció. Me dio la cachetada mas fuerte que recibí en mi vida. Quede en el suelo confundido. Gerardo reacciono e intento detenerla. Ella tenia una tijera muy grande en su mano, que se incrustaron en el abdomen de Gerardo. Sangre en el piso. Mis ojos se abrieron tan grandes como nunca. Ella desapareció de su cuarto. Yo quede abrazado a un cuerpo sin vida. Empapado en sangre.

Bruno Tignanelli (c) Agosto 2010 Buenos Aires Argentina

martes, 3 de agosto de 2010

El David de Miguel Angel.

Como estas? hace más de tres meses que no chateabamos.
Eso se podía leer en la pantalla de la computadora de Martín. Era el comienzo de una conversación que lo llevaría a su más sádico final. Tres meses atrás era el tiempo en el que estos dos chicos no habían mantenido ningún tipo de contacto en el chat. Pero antes de eso, habían logrado incurcionar en algunos detalles de la vida privada de cada uno. Martín (20) era le menor de 3 hermanos, que vivían junto a su madre en un departamento en al calle Conesa en Colegiales. Era estudiante de psicología de la Uba, y su vida social se reducía a sus tres amigas lesbianas que había conocido el año anterior. Facundo tenia 24 años, dueño de una de las sonrisas más perfecta que cualquiera de nosotros pueda encontrar, un cuerpo trabajado hasta en su más mínimo detalle. Casi como si Miguel Ángel hubiese vuelto para esculpir un cuerpo humano. Nunca quedo en claro durante las conversacion que mantuvo con Martín que era lo que hacia de su vida. Había quedado confuso, ya que la mayor parte del tiempo la charla había girado en torno a la pésima relación que Martín tenia con su madre y las horas que facundo pasaba entrenando. Una noche el más joven de los dos había quedado obnubilado ante la simagenes que la cámara web reproducía. Facundo posaba desnudo y se masturbaba para él. Y martín con esas imagenes en la cabeza, quería apresurar como sea el inminente encuentro que venían planeado tener. Por varias situaciones de la vida, que no viene al caso, los dos chicos abandonaron por tres meses la conversacion que noche a noche esperaban. Pero el destino no los había abandonado. Más emocionado que otras veces, Martín estaba deseoso de poder concretar un encuentro con ese cuerpo perfecto, que cada noche invadía su pensamiento antes de acostarse y le producía una erección inminente.Ambos tenían compromisos para ese viernes a la noche. Sin embargo facundo tuvo la idea de encontrarse a las cinco treinta de la madrugada en una esquina de palermo, luego que cada uno cumpliese con sus amigos. La hora del desayuno sonaba deliciosa para ambos, sexo antes de acostarse era tentador.
Cinco menos cuarto el teléfono celular de facundo tenia un mensaje que decía "Estoy en la camioneta de mi vieja, paso por vos 5.30 decime por dnd?". "Paraguay y Scalabrini". Cinco minutos pasadas las y media la camioneta con cupula trasera frenó en la esquina, y en esa subió Facundo. Dieron algunas vueltas por Palermo. Martín propuso pasar un rato por el río, en el que estuvieron menos de quince minutos. Y ya en el momento que las hormonas de Martín estaban a punto de hacerlo estallar, escucho lo que el mismo pensaba y no se animaba a decir: "vamos a un telo o la parte trasera de tu camioneta es mas tentadora?". Y la parte de atrás del utilitario se convirtió en un hotel de transito económico. Estacionado frente al río. Dos acolchados que Martín había puesto la noche anterior sirvieron de colchón. El cuerpo que tanto había imaginado por fin estaba delante suyo. Podía besarlo, acariciarlo, pasarle la lengua cuantas veces quisiera. Las hormonas revolucionadas de martín no lo dejaban pensar sus acciones, en cambio facundo estaba más relajado, dejaba que el más chico hiciera de el lo que quisiera. A excepción de penetrarlo, esa ya lo había pensado hacer él. Luego de un rato, cansado Facundo de que la lengua de Martín recorriese su cuello, abdomen y sexo, bruzcamente lo tomo entre sus brazos. Lo puso boca abajo e hizo que Martín gozara de un placer que hacia mucho tiempo no sentía. Acabron su desborde de placer en el pecho de Martín que encontró la remera de una amiga para limpiarse.
Facundo pidió manejar, con la idea de llevarlo a Martín a un lugar que iba a gustarle mucho. Preso de un placer absoluto accedió. La camioneta avanzó y avanzó hasta cruzar un puente que une Capital Federal con la provincia de Buenos Aires. Martín empezaba preocuparse por las zonas que su camioneta gris atravesaba. Cada cuadra era más oscura y peligrosa. Y las advertencia de Facundo, de que se quedara tranquilo que todo estaba bien lo alteraban aun más. Con lágrimas en sus ojos insistió que regresaran, pero la respuesta del mayor de los dos fue contundente: "ya no hay vuelta, vos bajas acá puto". Un par d golpes en la cabeza de Martín lo hicieron salir de su camioneta, que ahora la veía alejarse a gran velocidad. El regreso a Colegiales seria ahora una terrible travesía.

Bruno Tignanelli (c) Buenos Aires, Argentina Agosto 2010

viernes, 2 de julio de 2010

El baño

Veinte años cada uno. Eran las once de la mañana y el centro porteño estaba cargado de su habitual multitud de viernes. Oficinistas apurados por comer algo con un amigo que trabaja a diez cuadras, cadetes en motos, taxistas que putean a los que cruzan en rojo, turistas emocionados con la fauna de Buenos aires, Japoneses que a todo lo que se mueve le sacan fotos e infaltables las cientos de publicidades que adornan todo al rededor el obelisco. Juan hacia cuarenta minutos atrás que había entrado en alguna sala de chat homosexual, la igual que Nicolás. Sus destinos esa tarde se unían, como había arreglado en la salida del subte B, justamente en la estación Carlos Pellegrini. Iban a reonocerse por una bufanda negra que casualmente cada uno de ellos llevaba en el cuello, además de la campera roja de Nico y la mochila a cuadros blanca de Juan.
Había quedado para conocerse y tomas un café en el Mc Donald de dos piso, ese que tiene vista al obelisco. Sus hormonas esa mañana estaban aceleradas. Y los dos vasos de cartón con precaución de caliente que los separaban empezaban a molestar. En la cabeza de cada uno de ellos el morbo era enorme. Entrar en el baño del restaurante de comidas rápidas seria una opción, pensaba Juan. El dilema era, como insinuarle eso a alguien con el que apenas había intercambiado a lo sumo cincuenta palabras y veinte minutos de chat. De los cuales deis se tomaron para hacer una descripción física de cada uno por falta de web cam en los respectivos cybers. Otro lugar para Juan era impensable. Su casa quedaba en Lanus y más que seguro estaría toda su familia en ella. Y para pagar un telo el poco dinero que tenia en su bolsillo debía alcanzarle para ir a la noche a bailar con unos amigos. Además pensó que el chico que acababa de conocer no era la gran cosa. Cuando Nicolás se paro y fue al baño Juan aprovecho para analizarlo mejor. Y no quedo muy satisfecho de lo que veía moverse delante de el. Igualmente lo siguió. Miro varias veces antes de entrar al baño detrás del chico que acababa de conocer en el chat, para ver que nadie lo viese entrar. Sin embargo a esa hora el lugar estaba lleno de gente. Lo tomó de la mano y lo llevo hasta dentro de los pequeños cubiculos donde se encierran los inodoros. Nicolás no estaba seguro de hacerlo, pero vio en los ojos de Juan que un no sería en vano. Una vez adentro se besaron. Juan sentó a Nicolás en el asiento mugriento del inodoro, bajo su pantalón y quiso obligar a practicarle sexo oral. Mientras le succionaban repetidas veces su pene erecto, se saco su remera. La estiró con odio, rodeo el cuello del otro. Tomó los extremos con mucha fuerza y apretó. Apretó y apretó y apretó. Nicolás intentó resistirse, pero todo fe en vano. En menos de cinco minutos el aire dejó de entrar en su cuerpo, y una marca roja adornaba todo su cuello. Juan volvió a ponerse su remera, acomodó el cuerpo rellenito del chico que acabada de matar de forma que pareciera que estuviese haciendo caca. Miro por debajo de la puerta que nadie estuviese afuera y salió. Con paso apresurado cruzo la puerta de salida. Una leve llovizna comenzó a mojar Buenos Aires. Paro un taxi, indicó la estación de ómnibus de retiro y se fue.

jueves, 24 de junio de 2010

Pacientes, calientes, alterados y frustrados

Martín dijo que se llamaba Agustín, esa mañana temprano cuando el teléfono sonó quince minutos antes que su despertador. Del otro lado una voz ronca, gastada, confirmaba la hora del encuentro. Tarde para un martes, dieciocho horas en el bar con mesas de madera que esta justo cruzando la calle de la facultad de derecho. Como iban a reconocerse seria la gran incógnita, aunque Miguel, que era cuarenta años mayor, recordó haber visto fotos del niño de veinte años en su casilla de correo. Dos meses antes de este llamado, por ciento cincuenta pesos la hora habían arreglado un encuentro que jamás se había concretado. Sin embargo esta vez, el morbo o las hormonas de Miguel lo habían llevado temprano a revisar la agenda de su teléfono celular y llamar al “pendejo”.
Corrió las cortinas para cubrir los grandes ventanales por los que se podía observar los edificios contiguos desde su piso catorce, y entro directo a darse una ducha pues el día había trascurrido, y el medico de sesenta años esa tarde había atendido más de una docena de pacientes en el hospital italiano. Velozmente lavo cada parte de su arrugado y casi obeso cuerpo, porque el reloj lo corría. Había una diferencia de cinco minutos entre el del living de Miguel y el que marcaba las cinco veintidós del noticiero. Y como era un hombre que nunca había faltado a su palabra, ocho minutos antes de lo acordado estaba bajando de su auto, que estratégicamente había estacionado frente al bar de las mesas de madera. Escogió la que estuviese más aislada de la sociedad, para así tener la mayor intimidad posible. En el momento que vio cruzar la calle, a un chico de campera naranja, jens gastados y zapatillas de lona esbozo una sonrisa, que dejo casi al descubierto sus dientes amarillos. El niño, que casi parecía un ángel inmaculado e inocente, se sentó y ordeno una gaseosa. Miguel estaba absorto, casi era desagradable su mirada que devoraba al joven que tenia sentado adelante.
Treinta y cinco minutos más tarde Agustín tenía encima de él un cuerpo arrugado y excitado que no llego a penetrarlo. Derramo su semen en la entrada. Sin remordimiento, ni vergüenza, ni culpa por malgastar los doscientos pesos que se eyaculacion precoz le había costado encendió un cigarrillo. Mientras ibas desde su habitación hasta la cocina por un poco de jugo de naranja para el joven, el joven desnudo empezaba a revisar cuanto cajón tenía por delante. Con las manos dentro del anteúltimo cajón del placard de puertas dobles que estaba sobre la pared del fondo de la habitación, lo encontró el medico de sesenta años. Sos un pelotudo. Dame mis doscientos pesos ahora que me tengo que ir. Para que todavía no te la metí. A mí que me importa, ya acabaste. Y Agustín dejaba de lado su comportamiento angelical, para reclamar un sueldo que había sabido ganarse. Porque el polvo lo cobraba doscientos. Adentro o afuera no le importaba. Enervado Miguel, que hacia más de seis meses que no tenía el más mínimo contacto con la piel de un humano que no fuera su paciente, lo tomo de los brazos y con violencia lo tumbo sobre la cama dispuesto a todo. Mientras que con una mano sostenía los brazos del joven con la buscaba con que poder atarlo. Al no encontrar, saco afuera de su boxer a rayas su pene erecto y lo apoyo sobre el cuerpo desnudo del joven. Una inesperada patada en el hígado lo dejo tumbado entre la puerta y la pared del costado. Y la pata de metal del velador sobre su cabeza le hizo correr un débil hilo de sangre. Agustín volvió a respirar, saco del bolsillo del viejo una billetera negra, se puso su ropa que estaba tirada sobre un costado. Miró desde la puerta la habitación por miedo a olvidarse algo, tomo las llaves que estaba sobre la mesa en la entrada y salió.

Bruno Tignanelli Junio 2010 Buenos Aires, Argentina (c)

miércoles, 21 de abril de 2010

Suicidio Adolecente

Marcos se sentia incomprendido. Diecinueve años desde el día de su nacimiento habian trascurrido, y este mitad hombre mitad niño que desde hacia un tiempo atras empezó a dar sus primeros pasos en el mundo universitario. Ciencias de la comunicacion fue la decision de su futuro que este chico, que toda vida la había visto pasar en su casa del barrio porteño de Paternal, más prcisamente a escasos metros de la avenida San Martín. Su hogar no discurria del de una familia de clase media, lo que era notabale era la ausencia en la vida de Marcos de otras personas. Su padre trabajaba por mas de 14 horas diarias manejando un taxi en el que paseaba por toda la hermosa ciudad de Buenos Aires entre cuatro o cinco chicas diarias, que pagan el viaje con algo muy diferente al dinero. Y su madre, que muchas más veces de la que cualquier adolencente pudiese desear, no volvia a dormir en varias oportunidades durante la semana. Alcoholica y depresiva.
Los dos de la vida de Marcos, fueron sin duda indeseable por cualqueira que este de trasito por este mundo. El lunes se despertó, como era habitual en él, a las siete de la mañana dispuesto a cursar las cuatro materias del primer día de la semana. Su padre hacia escasos minutos se habia ido con su renault 19 pintado amarillo y negro en busca de nuevas aventuras con prostituas porteñas. Su madre habia dejado una nota sobre la mesa de la cocina en la que pedia que alguien hiciera algunas compras, y un billete de cien pesos. El joven, que no ignoraba, pero si pasaba por alto el desordenado compartamiento de sus padres, entó esa mañana en la mugrienta cocina plagada de cucarachas y platos sucios. Tomo el billete de la mesa, ignoró el recado de su madre y sin prestarle mucha atención al desorden habitual de su casa, partió.
Cansino y como quien hace todo lo que debe en la vida de manera automatizada, proque no existe un motor aparente que motive las ganas de hacer se deslizaba este chico por los andenes del subte, por las cuatro cuadras que separaban la estación donde se bajaba para entrar a clases y su faultad. Pero esa mañana decidio seguir de largo. Con una mochila no más pesada de la que debia cargar en su propia vida, camino sin rumbo durante horas y horas. Por fin se detuvo en una plaza a observar. Una pareja sonriente jugando con un perro blanco, cuatro amigos espectante a las anecdotas de sus fines de semana, una mujer que intentaba asolearse con el poco calor que da el sol de abril, dos ancianos que a paso lento recorrian el camino de flores que se habia formado allí. Sin bronca, sin sentir absolutamente nada, desganado y apatico se quedó recostado sobre su brazo izquierdo.
Desde su lugar podia ver pasar a la madre a los tumbos por el alcohol y a su padre risueño en su auto con alguna que otra chica que no debia tener mucha más edad que él. Compró cocaina, fue de nuevo a su casa y la aspiró hasta desmayarse.
A la mañana siguiente se despertó un poco más de las siete, su padre hacia escasos minutos se habia ido con su reno 19, la nota de su madre seguia en la mugrienta mesa de la cocina. Su madre no estaba, no había dinero en la mesa esa mañana. El teléfono en esa casa hacia mucho tiempo que no sonaba. Marcos, cansino como de costumbre caminó hasta la cocina, observó el desastre y comprendio que era incomprendido. No habia ayuda, no había solución. Salió al jardín, tomó una soga y la corto en tres partes. Se ahorcó con una de ellas, dejando las otras dos a un costado.
Pasaron 36 horas para que, alertados por un vecino, los padres descubrieran la tragedia. Ella ahora vive en Lanus, y sigue a los tumbos por la vida. El choco el renaul 19 y paso dos meses solo recuperandose en un hospital de belgrano.... cuando salió nunca más volvio a manejar.