miércoles, 17 de marzo de 2010

La puerta del placard

Y se encontraron en una esquina porteña, desolada a la madrugada.
Uno rubio de ojos verdes, un cuerpo trabajado durante horas y años en el gimnasio, el otro mas delgado y asustado, morocho de rasgos aniñados. Hermoso los dos. Luego de semanas de chat y fotos... y porqué no alguna vez una masturbación mutua delante de la webcam. El encuentro era inevitable, pero su desenlace podría salír del mejor libreto de ficción dramática que jamas hubiéremos imaginado.
Cuando se vieron estaban aquella madrugada en el barrio de Caballito -precisamente en primera junta- estaban nerviosos e indecisos. Ni un alma sobre volaba la Avenida Rivadavia, solo estos dos hermosos chicos de veinte y veintidos años que planeaban un encuentro sexual.
Luego de las cortesías de costumbre, subieron al departamento de Lucio; dos ambientes estratégicamente organizados. Dos vasos de coca cola con bastante hielo, y la charla entre ambos empezaba de a poco a fluir. Primeras veces, antiguos encuentros, salidas, amigos, carreras, los temas de rigor para romper el hielo. El dueño de casa aspirante a arquitecto en la univesidad de Buenos Aires, el otro, el morocho mas flaco trabajaba en un call center vendiendo productos en el mercado español y estaba a punto de abandonar sus estudios en analista de sistemas.
Lucio, el rubio de abdominales casi perfectos, que tenia una mirada intrigante en sus razgados ojos verdes. Aceleró el encuentro carnal cuando, en un subito impulso, acerco la boca a la de su invitado. No tardaron mas de 10 minutos en friccionar sus cuerpos y quedar erectos los dos...
Las manos de ambos rozaban cada una de las partes del cuerpo que tenían apretado contra el suyo, especiealmente en los sexos. Aquella noche explotaban las hormonas. El sudor comenzó a recorrerlos, y la ropa pedia a gritos que al dejasen caer al suelo... Los tres primeros botones de la camisa de lucio se desprendieron. La lengua de su invitado empezó a dibujarle los pezones ya endurecidos por la exiatcion. En ese momento...
como invadido por una extraña sensación de culpabilidad y desprecio, Lucio le pidió a su ultima conquista que por favor se retirara de la casa, y que se fuera por la puerta de su habitación así los vecinos, a la mañana siguiente no tendrían comentario alguno que hace al respecto. El chico desconcertado. Sin embargo cumplio la orden. Se dirigió a la habitación pero allí no encontró mas que un placard, una pequeña ventana, la cama desecha y una mesita de luz.
-Acá no hay una puerta por donde pueda irme.
-¿Como que no? ¿y la del placard? Andate por ahí. -Le ordenó imperiosamente señalando la puerta del placard.
Estaba obligandolo a que se fuera por la misma puerta del lugar donde él colgaba sus camisas. Ante el desconcierto y la negativa del chico, Lucio comenzó a perder la paciencia. Con cada vez mas ímpetud empujaba al chico a salir por ese lugar por el que ningun ser racional usaría para salir de un departamento.
Evidentemente alterado, y sin esa cara de ángel de ojos tiernos que mostraba hacia solamente unos minutos , saco un revólver y, apuntando hizo retroceder al chico hasta meterlo en el placard, como si estuviese convencido de que podria marcharse por allí. Las negativas y los intentos por hacerlo "entrar en razón" fueron en vano. De pornto, lo miró fijamente y disparó. Una bala se introdujo en la pierna derecha del chico que, completamente invadido por el miedo, abrió la puerta del viejo placard y se acomodó allí dentro, entre unas camisas arrugadas y una valija negra.
Veinte minutos más tarde, Lucio entró con una taza de té negro en la mano. Abrió la puerta de su placard y comprobó que su ultima conquista continuaba allí, sosteniendo su pierna empapada en sangre Una vez más, empuño la pistola y le apunto.
-¿Todavia seguís acá?"
Y, sin darle tiempo a responder, gatilló tres disparos certeros. la sangre enrojeció el piso. El chico quedó allí, mirandolo, con los ojos de vidrio.
Lucio, dejo su taza de té en la mesa de luz y, recuperando la belleza que tenia antes del incidente, anotó en un cuaderno azul el numero "16".

(c), Bruno Tignanelli, Buenos Aires, Argentina, 2010

4 comentarios:

  1. Un poquito fuerte pero me gustó bastante! Te sigo leyendo :)

    Un beso bru. Suerte

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  2. No Bruno, no todos los finales son felices.. aunque hay que ver para quien si fue feliz.

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  3. muy interesante la idea, me gustó mucho amigo !
    besotes : )

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