domingo, 21 de marzo de 2010

Domingo diecinueve horas

"Hasta este punto llegue".
Así se levantaba, Luis, Luisito ese domingo a eso de las dieciocho horas. Había dormido en el sillón del living de su departamento de dos ambientes, decorado con varios cuadros a medio terminar. Delante de él había un televisor, rodeado de películas desordenadas y una medita baja que demostraba que la anterior hubo gente bebiendo. Varios botellas vacías por todos lados. Vasos y copas, algunas con manchas de vino tinto y restos de cerveza. Luís se levanta mareado e invadido por esa extraña sensacion que produce el domingo a la tarde. Se sienta y mira a su alrededor. El reloj marca la proximidad de la hora diecinueve y, esa quietud típica de domingo arma el ambiente. Se reincorpora con un leve dolor de cabeza, toma un envase de cerveza abierto y empieza a tomar. Su mirada se llena de esa melancolía, tristeza y vació que deja una borrachera de sábado a la noche. Como puede, camina. va hacia la cocina, comienza a guardar unos vasos y vuelve con un palo y trapo para el piso. Sin embargo, al instante se da cuenta de que esta agotado o que simplemente no tiene ganas de ello.
Se vuelve a sentar, se agarra la cabeza, toma más cerveza, llora. Ve que dentro del cenicero, hay un cigarrillo o un porro apagado y lo enciende. Allí se queda un rato fumando, desconcertado. Cuando descubre en el piso de su living, una caja de pizza vacía. La abre, y toma de ella un cuchillo con restos de muzarella. Mantiene el cuchillo en su mano, y su mirada pasa de el a las venas d su brazo derecho, la idea que cortarse queda unos instantes en su cabeza, pero finalmente desiste y vuelve a poner el cuchillo en la caja.
Va a su habitación, y saca de arriba de un gran placar de madera, un bolso grande y marrón. En su cuarto no hay rastros de la noche anterior, como si ese espacio hubiese sido ajeno al descontrol de los invitados. Comienza a guardar en el bolso, algo de ropa, películas, cds. Se conecta con cada una de las cosas que toma, como si cada una de ellas lo trasportara a un lugar especial. Mira todo y llora, como si no fuese a volver por un largo tiempo.
Vuelve al living, se apoya sobre la mesa, toma una lapicera y papel y escribe: "te escribo para contarte lo difícil de este momento, hoy. No me hallo, no tengo idea de donde estoy. ¿Soy un artista? ¿Quien carajo soy?. Decidí irme de acá, aunque no se bien a donde. Siempre me gusto el mar, asique supongo que estaré en un lugar en un lugar tranquilo cerca del mar. Esos pueblos despoblados con los que siempre soñe. Tener una vieja bicicleta y recorrerlo todas las mañanas. No se, no quiero que esto parezca que estoy huyendo porque no es así. Me voy a tratar de encontrarme. Volveré. Te amo."
Deja la carta doblada sobre la mesa, y ve una foto colgada en la pared de cuando era chico. La agarra, llora de melancolía. Vuelve a tomar algo de cerveza caliente, se sienta y llora aun más. Invadido por la impotencia y en un desgarrado acto de furia, agarra uno de los vasos que había sobre la mesita ratona y lo estrella contra la pared. Luis se cae al piso, y se queda ahí tirado por un momento. Desvalido, llora aun más.
Luego se reincorpora, va hacia la habitación y busca el bolso. Cierra cada una de las ventanas. Se abriga, porque el frió afuera es crudo, y sale a la calle dispuesto a irse. La calle esta desolada, es capital. Nadie, se siente esa soledad trágica de las tardes de domingo. El reloj marca las diecinueve y minutos. Va hasta su auto desvencijado, pone el bolso en el baúl, se sube y mira todo indeciso. Ve la hora. Una iglesia. Se baja y vuelve a tomar el bolso en sus manos.
Entra nuevamente a su departamento, y se queda inmóvil observando todo tal cual lo había dejado hacia algunos segundos. Deja el bolso en el suelo, toma la carta y se mete en el baño. Frente al espejo se mira, se busca. Y una risa comienza a brotar de su interior, es casi inevitable, reírse de si mismo. Suena el teléfono.
-Ey boludo! ¿que haces? ¿vamos a comer a lo de Eugenio?
-Dale dale, me baño y voy.
Corta el teléfono. Se sienta en la cama, y mira la carta que aun sostiene en su mano. Se ríe aún más fuerte. Y se siente bien.

(c) Bruno Tignanelli, marzo 2010, Buenos Aires, Argentina.

3 comentarios:

  1. lo viví intensamente. quizá porque te conozco.. pero eso es lo bueno: que las cosas te lleguen. demuestra que las bellas frases no lo son todo. la emoción al volante siempre (?)
    bueno, ya desvarío jaja.
    un besazo amigo !

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  2. Querido... q palabras lindas las tuyas, realmente, es emocionante leer todo eso, como uno pienza durante una resaca, las cosas q hace, las cosas q puede llegar a hacer... When night is falling... byeeee!

    vero

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  3. Ay.. reírse de la desesperación?... si me habrá pasado. La soledad del tipo, esta onda de escapar lejos y a un lugar más solo aún. La risa también es un signo de locura frente a esos momentos eh... cuidemosnos...

    Besitos divine

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